Capítulo 5

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El sonido del timbre sacó a Diane de sus pensamientos que iban desde el día horrible que había tenido hasta cuándo la natilla de chocolate, que había preparado, se  espesaría. Ya estaba harta de tener que revolver la mezcla una y otra vez.

-¡Ya voy!- gritó alto para que su voz se escuchara por encima de la música que salía de la Playlist de su móvil. Se secó la manos en el delantal. En verdad no estaban mojadas, pero era una manía que tenía de que cada vez que cocinaba, se secaba las manos aunque no lo necesitara. Cuando comenzó a caminar hacia la puerta principal, se detuvo a medio camino pues vio que esta se abría. En primer lugar vio  a Natalia, su cuñada y, detrás de ella, a su hermano Leo quien cargaba en sus manos una caja blanca y naranja.

-¡Felices ocho meses de vivir con nosotros!- exclamó el joven matrimonio una vez que se adentraron en la casa mientras Leo destapaba la caja y mostraba un pastel de nata que se veía delicioso. Diane no pudo evitar salivar al ver uno de sus cakes favoritos.

-¿En serio?¡No me puedo creer que hoy se cuplan ya ocho meses! No lo recordaba- admitió sorprendida a la vez que tomaba la caja para luego llevarla hasta la cocina.

-Pues sí, pioja- su hermano mayor le desordenó todo el cabello como lo hacía cuando eran pequeños.

-¡Qué rápido pasa el tiempo!- Diane estaba feliz ¡Cómo no iba a estarlo! Hoy iba a comer pastel de nata. Habría que estar muy loco como para no alegrarse por eso. Sin embargo, no pudo omitir una pequeñísima punzada en su interior al recordar el porqué tuvo que dejar su cuidad natal e irse a vivir con su hermano mayor y su cuñada. Ya no le dolía tanto, pero hay cosas en la vida que son difíciles de superar y esa era una de ellas- Bueno, pues yo también les tengo una sorpresa.

-¿Qué es? ¿Tienes novio nuevo, eh, pillina?- inquirió con picardía su cuñada.
-¡No, boba!- rió ante la ocurrencia de Natalia- No es eso. Hice la cena y, ¡hay postre incluido! ¡Natilla de chocolate!- y en la sala de los Hughes pareció que, en vez de adultos, lo que había era un círculo infantil.

-Hermanita, deberías crear tu propio restaurant. Eres una cocinera increíble.
-Es verdad, Leo tiene razón.

-Cierto, mi amorcito ¿Cuándo no la tengo?- ya iban a comenzar a ponerse melosos.

-Mmmm, no estoy segura. No creo que pueda. Montar un negocio es algo difícil y…¡ay,ya! Dejen la cursilería, por Dios ¡Respeten a quienes no tienen a quien los abrace en las noches!

Y se fue a la cocina con la caja en las manos, seguida de la parejita que, a cada minuto que pasaba, se iba poniendo más melosa.

- ¡Ayyy, la natilla!- gritó asustada al  recordar que había dejado al  fuego el dulce. Fue corriendo junto  al fogón para ver si podía salvarlo y se puso  a revolver con más fuerza aun- Nati, revisa la carne por mí y ve hacienco la ensalada, por fa- pidió mientras sentía que su  brazo se le iba a caer en cualquier momento y eso que no llevaba ni diez minutos.

-Sí, ya voy- respondió Natalia mientras abría el horno.

-Deja, yo hago la ensalada- se ofreció Leo.

-¡Uyyyyy, cómo estamos hermanito! ¡Cómo te ha cambiado el matrimonio!

-¡Qué puedo decir! Tengo que ayudar a mi esposa- respondió sonriendo.

-Y a tu  hermana también, que si no…¡verás!- lo amenazó con el cucharón embarrado de natilla.

-Créeme, si le pegas en la cara ahora mismo con ese cucharón, lo harás muy feliz.

-No lo dudo- aseveró riendo Diane y luego se unieron Natalia y Leo.

La noche comenzaba a caer sobre Sione cuando la alegría estaba instalada en la casa de los Hughes. Sin embargo, a unos cuantos kilómetros de allí, Matt se revolvía al lado de Eva en su cama ¿Qué le ocurría? Se había excitado, la erección no había faltado; bueno, nunca había estado ausente en ninguna de sus relaciones sexuales. A pesar de que había disfrutado  hasta la cima, se sentía diferente, le había costado mucho llegar al orgasmo. Estaba preocupado pues le estaba pasando  con mucha frecuencia desde hacía tres meses.

Eva sabía lo que le ocurría a su prometido. Al principio no había querido contarle  por temor a que ella pensara que ya no la deseaba y de hecho, cuando decidió contarle finalmente, ocurrió como había dicho. Su novia comenzó a llorar y a preguntarle si ya no la quería, si ya no deseaba casarse con ella, si quería cancelar la boda…todo un escándalo en el cual, aunque él sentía que no  tenía la culpa por lo que le estaba pasando, terminó sintiéndose como tal. Luego de explicarle con calma, ella se tranquilizó un poco y ahí quedó el asunto, sin ninguna solución posible.
Ya estaba cansado y la preocupación no lo dejaba en paz ¿Y si se quedaba así para siempre? ¿Estaría enfermo? ¡Dios! No quería ser un hombre semi impotente ¿Quién querría eso? Todo lo relacionado con el pene era un asunto serio para cualquier hombre ¿Y si Eva se cansaba de la situación? ¿Y si se cansaba de que él no pudiera dar el ciento por ciento en el sexo como hacía antes y tuviera que provocarse su orgasmo  por sus propias manos o por la boca de su prometida? Bien sabía él que a Eva no le gustaba mucho hacer sexo oral ¿Qué mierda podría hacer?

En un segundo de iluminación, comenzó a buscar en la red. Entró en una página sobre sexualidad  que respondía ante su pregunta de por qué tardaba tanto en llegar al clímax. La respuesta lo devastó. No sabía si tenía los demás síntomas, pero era obvio para él que tenía eyaculación retardada. Necesitaba un doctor para arreglar ese problema antes de casarse dentro de siete meses; pero primero le diría a Eva como  siempre hacía.

                     ……………………….

En la casa del hermano de Diane hacía unos diez minutos que habían terminado de cenar, aunque seguían sentados a la mesa riendo y conversando de cualquier tema. Era realmente confortable estar ahí junto a su hermano y su cuñada.

-No nos has dicho cómo te fue en tu primer día de trabajo, Didi.

-¡Ay, no me llames así!- protestó al escuchar de la boca de Leo el apodo con el que este la llamaba cuando era pequeña. No le gustaba precisamente por eso, porque la hacía sentirse pequeña y como si no tuviera todavía la independencia de la mujer adulta que en verdad era- Me ha ido fatal. El señor Soleri es un indeseable, ¡no lo soporto!

-¿Por qué lo dices?- preguntó curiosa su cuñada.

-Porque desde el primer día ya me está tratando mal…discutimos o, mejor dicho, me regañó porque no le gustó la agenda que llevé para anotar sus actividades diarias.

-Pero, ¿qué tenía de malo tu agenda? ¿Acaso no es tuya? Puede ser como te dé la gana- la defendió Leo.

-Tenía…un panda en la portada- admitió apenada con la cabeza baja. Natalia aunque quiso mantenerse seria en respeto a su amiga y su esposo, no pudo aguantar la risa. A veces le parecía que Diane seguía aferrada a su infancia, cosa que le parecía adorable, aunque a veces llegaba a hacerla reír.

Leo, corrió con la misma suerte de su mujer. Por más que trató de mantener su postura de defensa hacia su hermana en contra de un jefe que no estaba presente en aquel momento, se echó a reír a carcajadas; más por el gesto en la cara de su hermana que por lo que esta dijo.

-¡Sí, cómo no! ¡Ríanse en mi cara! Si cuando yo lo digo…me siento tan ridícula.

-No tienes por qué sentirte así, cada cual es como es- la confortó Leo- El hecho de que te gusten las cosas que tengan que ver con pandas no significa que seas ridícula ni nada, es solo una característica más de tu personalidad.

-Exacto, aunque debo admitir que considero que te pasaste un poco al coger esa agenda para el trabajo. Recuerda que tú eres una asistente y tu forma de trabajar influirá en el rendimiento y la imagen de tu jefe.

-Tienes razón, creo que mañana me disculparé con el señor Soleri- dijo descontenta Diane. No quería ofrecerle disculpas a su jefe. No es que fuera orgullosa ni arrogante, es que el señor Ácido le había caído terrible. De solo pensar en él le daba una sensación de desagrado bastante notable. Sin embargo, tendría que hacerlo. No quería llevarse mal con él, además, necesitaba no correr ningún tipo de  riesgo de perder su empleo.

Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora