Natalia miraba por décima vez su calendario, tenía un atraso de casi una semana; algo poco normal en ella. Podría ser que esta vez sí… No, no quería pensar en eso. Otras veces le había ocurrido lo mismo, se había ilusionado y terminaba con el corazón roto luego; pero lo deseaba tanto…
Un toque la sacó de sus pensamientos. Cuando levantó la vista, vio a Manuel, su enfermero.
-¿Qué pasa?- preguntó extrañada.
-No, nada. Es que su próximo paciente la espera.
-Ah, dile que pase.
-¿Te encuentras bien? Te noto algo decaída- Manuel la conocía muy bien.
-No…no me pasa nada- suspiró ligeramente.
-¿Estás segura? Natalia, te conozco a la perfección- y era cierto, Manuel era de las pocas personas que la conocía completamente; o al menos, la conocía tanto como ella misma.
-En realidad…estoy preocupada- se lamentó.
-¿Por qué? ¿Tuviste algún problema con Leo?
-No, no es eso. Es que- le daba un poco de pena confesarle esto a Manuel- llevo un atraso de casi una semana.
-¡Qué bien, no!
-Sí, pero no es la primera vez que me sucede. No suele pasarme mucho, sabes que soy bastante exacta con la menstruación, pero cuando ha ocurrido, me ilusiono porque pienso que por fin podré tener un bebé y luego…luego sangro y me voy abajo…- Natalia sintió como sus ojos se empañaron y bajó la vista. Cada vez que veía que su ropa interior se manchaba, se deprimía mucho, sentía que nada tenía sentido.
-¡Awww! ¡Cuánto lo siento!- Manuel se acercó y la abrazó, pero en seguida se separó; no era correcto que ellos se abrazaran. Sin embargo, verla así de destruida era algo que no podía soportar, lo rompía por dentro; siempre había sido así.
-Bueno, basta de lamentaciones. Dile al paciente que pase.
-Está bien- y se marchó. A los pocos segundos, apareción un hombre de unos cuarenta años de edad que luego le dijo quejarse de un dolor muy fuerte en la parte posterior del muslo derecho.
……………………
Diane estaba sentada y miraba las paredes beige, los estantes llenos de libros, la maceta con una planta desconocida para ella; cada vez que iba a ese lugar hacía lo mismo mientras esperaba al doctor Martínez. Ese lugar le daba paz, pero al mismo tiempo, la hacía sentir vulnerable. Cada martes en la tarde se sentía igual durante la hora y media que permanecía con el doctor. Era muy confuso; por una parte, lo que le hacía sentir el entorno del lugar y lo que simbolizaba el estar o el pensar en ese lugar y por otra parte, lo que hacía allí.
-Buenas tardes, Diane- le saludó el doctor Martínez mientras tomaba asiento frente a ella con una libreta y un bolígrafo en una de sus manos.
-Buenas tardes, doctor.
-¿Cómo te has sentido en esta semana?
-Bien…empecé un trabajo nuevo- anunció con una sonrisa.
-¡Qué bien! Me alegro mucho por ti, es un gran paso el poder irte incluyendo en la sociedad ¿Me podrías hablar de tu nuevo empleo?
-Bueno…trabajo como asistente- Diane, desde que el doctor la saludó, no había levantado la vista del suelo. No podía mirarlo, sentía como si su terapeuta pudiera ver todo lo que ella llevaba adentro, si lo miraba a los ojos; y eso le daba mucho miedo- Asistente del jefe del Departamento de Economía de “Fauly’s Care”…
-¡Oh! Muy buena empresa, a mi esposa le encanta todos los productos que ofrecen- le interrumpió el doctor; en verdad lo hacía para que ella, en vez de sentirse como en un interrogatorio, se sintiera como si estuviera en una conversación corriente y pudiera abrirse con facilidad.
-Empecé ayer- prosiguió Diane- he hecho una amiga, bueno…creo que dos. No sabría bien porque el otro es el jefe del Departamento de Recursos Humanos y entonces no sé si llamarlo mi amigo fuera algo adecuado.
-Entiendo- asintió el doctor.
-Me va bastante bien, aunque es muy pronto para decir eso- Diane era alguien que, a pesar de lo irracional que era cuando empezó a asistir a su consulta, se tomaba un tiempo para sacar sus propias conclusiones de las personas y los sucesos cotidianos- El primer día no me fue muy bien, tuve un pequeño incidente con mi jefe, pero ya lo arreglé. El problema fue que llevé una agenda con un panda en la portada y eso a él le pareció poco profesional. Ya le ofrecí disculpas y él también se disculpó conmigo… eso fue algo que me sorprendió mucho, la verdad.
-¿Por qué?
-Porque pensé que solo yo debía disculparme. Es verdad que casi me dijo niñata de secundaria y que fue muy brusco conmigo, pero…pero pensé que la principal culpable de todo era yo…- no pudo evitar que se le escapara una lagrimita. Odiaba cada vez que le pasaba eso, odiaba mostrar debilidad. No siempre había sido así, antes era muy abierta y no le importaba mostrar sus emociones; pero eso había sido otro de los cambios que sufrió hacía ya casi un año.
-Bueno, al principio, cuando empezamos la terapia uno de los problemas que descubrimos que teníamos que tratar era el que siempre te achacas la responsabilidad de las cosas malas que te pasan- le recordó- Aunque en parte tu jefe tenía razón, eso no era motivo para que él te tratase así. Recuerda que la vida nunca se detiene y cada cual tiene su propia historia. Tal vez tu jefe es así o a lo mejor, tenía un mal día; eso no lo puedes saber aún porque no lo conoces bien y con esto no lo estoy justificando. A lo que quiero llegar es que no siempre las personas nos van a tratar bien y eso es algo que no podemos controlar; lo único que podemos controlar es cómo eso nos afecta. Tú eres la única que puede decidir si permitirás que el trato de quienes te rodean hacia ti o los sucesos del día a día te hagan infeliz ¿Entiendes?- Diane asintió con la cabeza- Y como mismo te digo que no debes permitir que el comportamiento de los demás influyan en tu estado de ánimo, te digo que no siempre, de hecho, nunca, las reacciones de las personas tendrán que ver con nosotros; todo depende de su percepción y del significado que le den a la situación.
- Sí, es lo que usted me dijo en una consulta. Me puso el ejemplo de un niño que hace alguna travesura. Si el padre considera que su hijo hizo mal, entonces lo regañará; pero si no le importa mucho, entonces no le prestará atención e, incluso, puede que hasta se lo tome a broma.
-Exacto- asintió complacido el terapeuta.
-Yo recuerdo todo lo que usted me dice o al menos, una buena parte. El problema es que a la hora de aplicarlo, no puedo.
- Bueno, es que es difícil. La batalla más dura que se tiene en la vida es con la propia mente. Tú cuando llegaste aquí estabas muy afectada pero, aunque no lo creas, has avanzado mucho. Ten paciencia, los cambios importantes llevan tiempo. Paso a paso irás sanándote y además, te conocerás más a ti misma. Ese es otro de los beneficios de ir a terapia- el anciano le guiñó un ojo con complicidad y Diane sonrió.
-Otra cosa que le quería comentar era que todavía no supero mi miedo cada vez que veo una cámara. Es algo muy fuerte, me vuelvo completamente loca. Siento como si mi mente se bloqueara y solo siento mis músculos pidiéndome que corra.
- También es comprensible. Ves a la cámara como un objeto que te puede dañar y por supuesto, tu reacción será el querer huir; pero tienes que saber que eso ya no puede dañarte. La cámara, el aparato en sí, no es un objeto peligroso, lo peligroso es lo que se puede hacer con él y ya eso no te volverá a afectar porque está en tu pasado y el tiempo no retorna. Recuerda que has crecido, has madurado y sabes que solo tú tienes el control de tu vida, que tienes límites inquebrantables que se deben respetar porque mereces respeto y consideración. Como ya te dije, date tiempo y paciencia, sé que lo lograrás.
Realmente, Diane no sabía si lo lograría, aunque trataba de ser positiva. De la antigua ella no quedaba mucho. Tal vez en su exterior, en lo que le mostraba a los demás de su personalidad, quedaba una máscara de lo que un día fue, pero no podía decir lo mismo de su interior. Si le pidieran que dibujara su esencia, pintaría una ciudad parecida a la parte antigua de Voex. Solo usaría tonos grises y las calles estarían completamente deshabitadas.
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Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]
RomansDiane Hughes vive tranquilamente en casa de su hermano y cuñada luego de dejar su ciudad natal en busca de un nuevo camino. ¿Y qué mejor para empezar que ser contratada como secretaria en una empresa? Mateo Soleri vive en una relación poco saludable...