Cuando salió al patio todavía no se había recuperado del escalofrío provocado por sus propios pensamientos, pero aún así, colocó la bandeja con los bocadillos con la mayor naturalidad del mundo y tomó asiento en la butaca que se encontraba al lado del espacio que Diane había ocupado en el sofá de dos plazas. Deseó poder sentarse un poco más alejado, mas su cuerpo lo llevó hacia allí. Se gruñó a sí mismo.
Diane miraba los alrededores hasta que centró sus ojos en él. Tragó en seco; durante el día lo había visto en varias ocasiones, pero seguía causando el mismo efecto en ella. Esta vez se veía magnético: con su traje y corbata negros, la pierna derecha cruzada con su tobillo encima de la rodilla izquierda; parecía modelo. Matt sintiendo el peso de una mirada se volteó hacia ella y nuevamente, el choque de miradas ¿Cómo es posible que cada vez que sus ojos coincidan el tiempo se detenga y el aire se densifique? Era una maldición, o más bien, una tortura.
-Come- le dijo a Diane, aunque a esta le pareció, por el tono que usó, una orden. No obstante, la acató.
Gimió ligeramente cuando sus papilas recibieron el jugo de tamarindo. Para Matt no pasó desapercibido el sonido y tuvo que respirar profundamente porque sus oídos no fueron lo único estimulado en su anatomía. Tenía que controlarse.
-Te lo tomaste de un trago- se sorprendió. Diane sonrió apenada.
-Es que es mi jugo favorito y hace mucho tiempo que no lo tomaba. No pude evitarlo, estaba delicioso- concluyó haciendo un puchero que le dio el aire de una niña indefensa.
-Tómate el mío, si tanto te gusta- le ofreció acercándole el vaso.
Diane abrió los ojos sorprendida. De hecho, Matt también tuvo la misma reacción ¿Qué le ocurría? ¿Qué diablos fue eso que acababa de hacer? En primera, ella no había dicho que quería más. En segundo lugar, en caso de que lo hubiese dicho, bien pudo haber regresado a la cocina de su madre y servirle otro vaso. “¡Qué mierda!”, sintió el impulso de tomarse del pelo, pero en su lugar, frunció el ceño. Diane se quedó perpleja, no solo por el ofrecimiento de su jefe, sino también por la mueca que el mismo tenía en su rostro. “¿Por qué arruga el ceño? Es un gesto bastante común en él, pero ¿qué me quiere decir ahora?”.
La tensión acabó cuando Matt tomó una galleta y comenzó a comerla. Diane lo imitó y no volvieron a intercambiar ni una sola palabra. Tampoco volvieron a mirarse, al menos no de forma directa. Minutos más tarde, llegó Giovanna con una expresión de satisfacción en sus facciones.
-Los macarrones van a quedar deliciosos- anunció mientras se sentaba junto a Diane- ¿Te gustan los macarrones, Diane?- la eludida asintió con la cabeza.
-Voy a llevar mis cosas a mi cuarto- dijo bruscamente Matt a la par que se alejaba de las mujeres. Giovanna miró confundida a Diane, la cual solo se encogió de hombros sin una explicación ante tal conducta.
Cuando Matt desapareció, se quedaron en silencio sin saber qué decirse. Había quedado un poco de tensión en la atmósfera por la repentina retirada. Diane y Giovanna se miraron y esta vez, fue Diane quien rompió el hielo.
-¿Hizo macarrones?
-Sí, ¿te gustan?
-¡Me encantan! Y si tienen extra queso- cerró los ojos con placer. Giovanna rió, esta chica le agradaba muchísimo. Le parecía alguien muy natural y noble.
-Pues yo lo sirvo y cada cual le añade lo que desee. A Matt también le gusta con extra queso, cuando adolescente siempre discutía con la hermana porque se servía y casi no dejaba queso en el plato, entonces Camila tenía que ir a rayar más. A mí me gusta más con atún. Oye, ¿quieres hacer el postre?- preguntó moviendo las cejas. A Diane se le iluminó la mirada.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]
Roman d'amourDiane Hughes vive tranquilamente en casa de su hermano y cuñada luego de dejar su ciudad natal en busca de un nuevo camino. ¿Y qué mejor para empezar que ser contratada como secretaria en una empresa? Mateo Soleri vive en una relación poco saludable...