Capítulo 18.

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Diane abrió los ojos apesadumbradamente. A pesar de la cantidad alcohol ingerida, no le dolía la cabeza pues estaba acostumbrada. Sin embargo, estaba perdida. “¿Dónde estoy?”, se preguntó mientras bostezaba. Miró hacia un lado y casi se cae de la cama al ver al chico de hacía unas horas. “¡Dios mío! ¿Qué hice? Volví a caer en la misma mierda de siempre”. Comenzó a sentirse culpable y estuvo rumiando en ese sentimiento durante unos minutos. Por ser como era le había ocurrido aquello hacía casi un año ya. “¿Por lo menos habremos usado protección, no?”. Buscó con la vista y no encontró nada. Comenzó a sentir una opresión en el pecho. Al punto de ponerse a llorar, recordó a su terapeuta y empezó a respirar profundamente. Cinco minutos más tarde se encontraba más calmada. Realmente había mejorado mucho en controlar sus emociones.

Se levantó de la cama con sumo cuidado para no despertar al chico. “¿Cómo se llamaba? ¡Ay, no me acuerdo!”, se golpeó suavemente en la cabeza con su mano hecha un puño. Una vez de pie, corrió de puntillas hacia el baño, buscando un cesto de basura y cuando lo encontró, dio un salto de alegría. Sí, había un condón dentro… Bueno, dos condones. Al parecer alguien se la pasó en grande anoche. Reprimió una risilla. No tenía ganas de quedarse, así que se vistió y tomó su bolso.

De repente, recordó que hoy era día de trabajo. Quiso saber la hora, pero no vio un reloj por los alrededores. Buscó su móvil dentro de su cartera, pero no lo encontró ¿Dónde estaba? Miró desesperada por el suelo y por encima de las mesitas de noche ¿Y si el chico se lo había robado? Buscó dentro de la ropa de él y nada. Mirándolo bien, el chico no tenía cara de ladrón; más bien, parecía estar acomodado económicamente. Aunque, las apariencias engañan y ella lo sabía muy bien. Dando por perdido su móvil, se fue hacia su casa.

La noche anterior, habían llegado a casa del chico en su auto pues el de él estaba roto, según le dijo. Arrancó y  al no saber siquiera su paradero, tuvo que activar el GPS de su coche. Veinte minutos más tarde, llegaba a su hogar, sin saber lo que le esperaba.

Por su parte, Matt desayunaba y evitaba a toda costa mirar el calendario. No quería saber qué día era hoy porque conllevaría a saber la fecha del día siguiente y eso le daba una pequeña punzada en el pecho. Tragó el último bocado y fregó los platos. Fue a su habitación a preparar un bolso con unas pocas ropas. En la tarde iría a casa de su madre y  pasaría el día siguiente con ella. La extrañaba.

Cuando tuvo todo listo, salió en su auto hacia la empresa. Sin embargo, a mitad de recorrido, una llanta se ponchó. Respiró profundo mientras sus nudillos se ponían blancos de la ira. Minutos más tarde, llamó a una grúa para que se llevasen el carro ¿Cómo haría ahora para llegar a la empresa? Pensó llamar a Collin pero recordó que este le había dicho que pasaría la noche con Sofía, así que mejor ni intentarlo. Pensó llamar a Diane, pero recordó lo que había pasado en la tarde de ayer. Se preocupó por ella ¿Habrá llegado ya a su casa? Si no la veía hoy en la empresa, llamaría a la casa de su hermano parasaber de su paradero. Finalmente, al ver que sus dos opciones no estaban disponibles, se decantó por un taxi.

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Diane cerró distraídamente la puerta principal y al volverse, se dio un susto de infarto. Leo la miraba desde la sala con cara de asesino y por un momento, no supo si fue idea suya, vio que este daba un paso hacia ella, pero Natalia lo detuvo tomándolo de la cintura. Estaba asustada.

-¿Se puede saber dónde mierda estabas, Diane?- le gritó furibundamente. Ella no sabía qué decir. Estaba confundida y también, comenzaba a sentir rabia por el tono que acababa de usar su hermano, como si fuera una niña pequeña… No, no iba a permitirle eso.

-Te contestaría si usaras otro tono conmigo- aquello fue la gota que colmó el vaso. No podría describirse lo que hubiese pasado  de no haber sido por Natalia quien pegó contra la pared a un Leo convertido en una fiera.

Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora