Capítulo 16.

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Eran casi las ocho de la noche cuando Matt recibió una llamada de Eva. No se habían hablado desde el día anterior, luego de que él saliera de su apartamento molesto. Dejó su libro a un lado y tomó el móvil en su mano. Suspiró agotado y un poco exasperado ¿Debería contestar? Una parte de él le decía que sí, que debía contestar porque era su prometida, la mujer con la que se casaría y formaría una familia. Sin embargo, había otra parte de él que le pedía que no lo hiciera, que ya había tenido suficiente por hoy y que no tenía ganas de discutir; porque eso era lo que hacían siempre. Al principio, en los primeros años de relación, todo iba bien; casi no discutían, pero ahora era diferente. No obstante, la seguía queriendo y se sentía en el deber de llegar con ella hasta el máximo nivel ¡Por Dios, llevaban cinco años juntos! Era la relación más larga que jamás había tenido. Además, Eva, a pesar de todas las peleas, representaba lo conocido, lo seguro y vale más, malo conocido que bueno por conocer. Volvió a mirar la pantalla de su móvil y el cansancio le pudo más que el sentimiento. Apagó el teléfono.

Luego de eso, tomó su libro y se dispuso a continuar leyendo, pero ya era suficiente. Tomó el marcador y lo dejó en la última página que había leído antes de que su novia le interrumpiese. Lo colocó en su lugar en el librero. No le gustaba en lo absoluto el desorden, ni en lo más mínimo y pensando esto se preocupó pues había visto un poco el interior de la oficina de su secretaria y se veía que la chica, aunque no era desorganizada del todo, no tenía grandes habilidades para mantener las cosas en su lugar. Ojalá eso no afectara su desempeño laboral en un futuro pues él no lo toleraría y  Diane era bastante eficiente como secretaria; además de que le caía bien, a pesar de su mal comienzo en la empresa.

Fue al baño a cepillarse los dientes. Le gustaba la soledad, sentir solo su presencia. Cuando se casara con Eva, su singularidad sería algo que tendría que sacrificar y no le agradaba del todo eso, pero así era la vida; no se puede tener todo a la vez.

“¿Por qué acepté este juego?”; se preguntó frente al espejo. Sabía que no era justo para Diane, pero tal vez ella no se enamoraba. En cierto modo, él también tenía curiosidad ¿Y si Eva tenía razón? Le llamaba la atención el hecho de que hubiese aceptado un plan tan descabellado así a la ligera. Normalmente era difícil convencerlo de cualquier cosa que no quisiera hacer, pero ¿por qué con esto sí? Era una pregunta que se había hecho varias veces ya en su cabeza y no obtenía una maldita respuesta.

Decidió dejar de pensar y se fue a dormir. Mañana trabajaba y estaba demasiado cansado por el fin de semana tan loco que había tenido.

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Tres horas más tarde, Natalia llegó a su casa. No quería regresar, pero tampoco le podía pedir a Manuel que la dejara quedarse con ella. Era una mujer casada y no era correcto quedarse a dormir en casa de otro hombre y mucho menos, si este era su ex.

Aparcó el coche y entró a casa. Esperaba no  tener que encontrarse con Leo. No quería discutir con él. No ahora. Sin embargo, sus deseos se vieron frustrados pues, sentado en el sofá, frente al televisor encendido, estaba Leo con la mirada perdida y una postura pensativa. Exhaló aire con la intención de que él la  escuchara y logró su cometido; su esposo volteó a verla.

-Pensé que no  llegarías- el reproche era audible en su voz.

-No soy una niña. No tengo por qué dar explicaciones de dónde estoy y mucho menos pedir permiso.

-¡Te estás escuchando!- saltó Leo. La batalla había  comenzado- No, no tienes que pedirme permiso ¡Pero sí por lo menos decir dónde carajos estabas!

-¿Para qué? ¡Ahora también me quieres controlar la  vida!

-¿También?- era un milagro que Diane no se  hubiese despertado ya por los gritos- Natalia, dime dónde estabas.

Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora