¿Fue idea suya o su jefe estaba sonriendo al escucharla cantar? Disimuladamente, volteó su cabeza para ver su perfil mientras continuaba tarareando ¡Joder, sí que era atractivo! Su sonrisa no se quedaba en sus labios, sino que se expandía a sus ojos, los cuales parecían estar casi cerrados. La cara del señor Soleri también la hizo sonreír y, por un momento, paró de cantar.
-¿Por qué paraste?- le preguntó Matt sonriendo. Tal vez ahora sí pudieran comenzar la conversación. Estaban a mitad del trayecto. Diane no pudo aguantar una carcajada al ser descubierta. Matt la siguió y pronto el auto estuvo inundado de una risa tonta que se hacía más fuerte a cada segundo. De repente, Matt tuvo que parar el auto pues la risa no le dejaba conducir ¿Por qué se reían como dos idiotas? ¿Por qué no podían dejarlo y cada vez que sus ojos coincidían, la risa se hacía más fuerte?
-¿Estamos estacionados en una autopista?- dijo Diane. Aquello, más que una pregunta, era un recordatorio de su ubicación.
-¡Mierda!- exclamó Matt y se dispuso a arrancar. Diane se sorprendió al escuchar a su jefe. Muy pocas veces, por no decir que casi nunca, lo había oído decir groserías y, cuando lo hacía, era a un volumen casi imperceptible.
-¡Cómo!- exclamó en forma de broma. Un leve temor se instaló en ella ¿Y si el tiempo de bromas había acabado en cuanto ella señaló donde se habían detenido? Con el señor Soleri nunca se sabía. Rezó para que aquel momento que compartieron fuera un avance en su relación.
Su jefe la sorprendió riendo nuevamente, mientras decía.
-¿Qué?- sus ojos verde azules brillaban con intensidad, como si fuera un niño pequeño. Hacía tiempo no reía así, excepto cuando estaba con Collin. Él era la única persona que lo hacía reír. Jamás pensó que conocería a alguien más con ese poder. Y tenía que admitir que con su amigo no se reía tan fuerte como lo estaba haciendo ahora con Diane.
Diane se encogió de hombros sin saber qué responder. La expresión en el rostro de su jefe la dejó sin habla. Le gustaba verlo así, riendo y feliz. A pesar de que no era amigos ni de cerca, por alguna extraña razón se sentía bien verlo en ese estado. "Tal vez es porque así demuestra que no es el señor Ácido que creo que es". Sí, tenía que ser por eso; sino, ¿por qué otra cosa sería?
Matt esperó por su respuesta y al ver que Diane no respondería, arrancó el auto aún sonriendo. Se la estaba pasando bien. Diane era muy buena compañera de viaje...
Los últimos kilómetros hasta llegar al lugar de destino los pasaron en silencio, aunque no era el típico silencio incómodo, al contrario. Cuando finalmente llegaron, Diane vio que se trataba de una playa que, increíblemente, estaba desierta. El clima seguía siendo perfecto, al igual que en la mañana. Estaba parcialmente nublado y con viento; en el mar había un poco de oleaje, pero no importaba, no era como si fueran a nadar.
Al salir del auto y entrar en la arena, vio como, de repente, su jefe se quitaba los zapatos. Una conducta demasiado natural para alguien como el señor Soleri. Diane empezó a dudar: ¿y si su jefe no era como parecía?, ¿y si lo había estado juzgando?, ¿y si en su cabeza se había montado un estereotipo? Demasiadas preguntas que no podía responder, al menos no en el momento.
Si sorprendida se quedó cuando lo vio quitarse los zapatos, casi le da algo cuando lo vio sentarse en la arena. Definitivamente este no era su jefe. "Quizás tuviera un gemelo..." Sí, sabía que eran pensamientos irracionales y estúpidos, pero no podía dar crédito de lo que estaba viendo.-Siéntate- le dijo Matt dando unas palmaditas a su lado en la arena.
-Sí, señor Soleri- obedeció Diane. Por un momento, Matt estuvo a punto de decirle que podía tutearlo cuando estuvieran a solas, pero no pudo decidirse. No quería cometer error alguno. No sabía qué hacer porque por un lado, quería ganarse su confianza; pero por otro, le preocupaba el asustarla o que ella se tomara ciertas atribuciones al ver el nuevo nivel de confianza al que habían llegado. Para él seguía siendo la misma niñata... "la misma niñata alegre".
Estuvieron en silencio por un buen tiempo, simplemente mirando el paisaje y refrescándose con la brisa otoñal de finales de octubre. Solo se escuchaban las olas del mar, pero a ninguno le molestaba la ausencia de sus voces. Lo único que, inexplicablemente para ellos, les preocupaba era la posibilidad de que el otro no estuviera cómodo. De repente, Diane estiró sus piernas y sus brazos, lanzando un bostezo que intentó disimular.
-¿Con sueño?- preguntó Matt sonriendo de lado, sin saber bien por qué dijo algo tan tonto.
-No- rió Diane- Es solo que me gusta estirarme, se siente bien. Es como si fueran unas cosquillas por dentro...- la risa de Matt la interrumpió. Jamás pensó ver a su jefe reír tanto.
-Sí, se siente bien. Sobre todo en la mañana- esta vez fue ella quien no pudo aguantar la risa. Estaba maravillada con esta versión de su jefe -¿Qué?- preguntó Matt con expresión inocente. Ahora parecía un niño pequeño... un adorable niño pequeño. Ojalá en su oficina fuera así.
-Nada...- continuó riendo Diane.
-¡No, ahora me dices!- la señaló con el dedo en broma, fingiendo indignación.
-Es solo que... tienes razón... digo, tiene. Perdone.
-No, está bien. Puedes tutearme, pero solo cuando estemos nosotros dos. Mientras esté cualquier otra persona, así sea Collin, trátame de usted.
-Está bien- aceptó Diane - Ahora solo me quedará acostumbrarme- añadió con una sonrisa en los labios mientras su mirada coincidía con la de su jefe.
La expresión que encontró Matt en el rostro de su secretaria lo hizo sonreír. No con diversión, no con malicia, sino con la misma pureza que manifestaba Diane ahora.
Sus ojos se mantuvieron fijos en la mirada del otro y por un momento, no hubo nada más para Diane. Sentía que algo dentro de ella quería expresarse, pero no sabía qué y tampoco sabía si tendría la suficiente fuerza como para aguantar aquello que estaba surgiendo una vez que saliera. De repente, y sin saber por qué, sus ojos bajaron a los labios sonrientes de su jefe y en ese preciso momento, aquello que amenazaba con salirse, aprovechó su distracción y Diane no tuvo fuerzas para reprimirlo.
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Hasta que Diane nos separe [REESCRIBIENDO]
RomanceDiane Hughes vive tranquilamente en casa de su hermano y cuñada luego de dejar su ciudad natal en busca de un nuevo camino. ¿Y qué mejor para empezar que ser contratada como secretaria en una empresa? Mateo Soleri vive en una relación poco saludable...