Prólogo

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Me dolía la cabeza, y el reciente golpe que había recibido en las costillas, me hacía querer quedarme en el piso hasta que One Direction anunciara su regreso.

Decidí sentarme al notar que la fría nieve bajo mi cara me quemaba. 

Intenté mover los esquís, que estaban atorados con los de la persona con la que había chocado.

Comencé a mover las piernas sin éxito hasta que volteé a mi derecha y vi a la persona culpable del golpe en las costillas.

Era un chico.

Movía los hombros arriba y abajo, con una mano en el pecho.

¿Estaba llorando? ¿Estaba herido?

Descarté cualquier pensamiento negativo en el momento en que giró ligeramente la cara y pude ver el hoyuelo del lado izquierdo de su mejilla que se formó mientras se reía.

Bonita sonrisa.

—¿Estás bien?— preguntó entre risas.

-No. ¿Podrías dejar de reírte y ayudarme?—dije mientras intentaba mover los pesados ​​skis.

Dejó de reírse y apoyó sus codos sobre la nieve.

—¿Te lastimaste?— preguntó genuinamente preocupado.

—No—mentí mientras me sobaba las costillas.

—¿Entonces?

—Chocaste conmigo.

—Me resulta imposible no chocar contigo si te atraviesas en mi camino, además no es para tanto—dijo restándole importancia.

—Deberías ser más considerado, podríamos lesionarnos o algo así.

—Hablando de consideraciones, deberías considerar seriamente leer el reglamento e informarte antes de subir a la montaña.

El reglamento no tenía mucha ciencia y sabía que había diferentes zonas en la montaña, no era nueva.
La amarilla era para principiantes, en la que había aprendido a esquiar hace 7 años.
La naranja, para intermedios, que usé por primera vez hace 4 años.
La verde (en la que estábamos ahora), para intermedios avanzados.
Y la azul, para avanzados muuuy avanzados, es decir las personas que competían para bajar la montaña en tiempo récord.

—Leí el reglamento—dije rindiéndome al ver que no cooperaría para deshacer el desastre de los skis.

—Si lo hubieras leído, no habríamos chocado.

—Si tú lo hubieras leído, no irías tan rápido.

—Puedo ir a la velocidad que quiera.

—El reglamento no dice eso.

—El reglamento de la zona azul no está disponible para todo el público.

¿Zona azul?

Miré a mi alrededor y efectivamente no había nadie. Solo estábamos él y yo sentados en la nieve de la montaña.

Decidí mirarlo ligeramente avergonzada dispuesta a complacer una disculpa por estar ahí cuando no debía y encima ponerme a la defensiva.

—Lo siento, creí que era la verde.

—Está bien, solo... voltea hacia ambos lados antes de incorporarte.

Le dediqué una sonrisa en forma de agradecimiento mientras se quitaba el casco y los goggles.

Borré inmediatamente mi sonrisa en cuanto levantó la cabeza y lo vi.

Era él.

Zona AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora