Epílogo

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Lina

Seis meses después

Me despedí y salí de mi cita semanal de terapia. Justo hoy se cumplían cinco meses desde la primera vez que fui.

Después de lo que viví hace dos años y medio, se podía decir que por fin comenzaba a sentirme feliz y en paz otra vez. Había aprendido a aceptar lo que pasó y a tener la danza como un lindo recuerdo. A pesar de ya no practicarla, siempre estaría presente en mi día a día y especialmente, en mi corazón.

Aún no había ido a patinar sobre hielo, pero en los últimos meses, comprendí que todo es un proceso y no debía intentar superarlo todo de un día para otro, o reprimirlo. Daba un paso a la vez e iría a una pista de hielo cuando me sintiera preparada para hacerlo.

Salí del edificio y caminé calle abajo para dirigirme a mi destino. Del otro lado de la avenida, vi a unos niños jugando con antifaces azules e inevitablemente, pensé en Callum con una sonrisa en el rostro.

Hacían seis meses desde que escuché el buzón de voz en el aeropuerto. Después de eso, no supe que hacer. Sentí un alivio enorme en el pecho al saber que Callum no estaba con Laila y me quería tanto como yo a él. Quería decírselo, aclarar todo, pero tras unos días de meditarlo, decidí no hacerlo.

O al menos no durante el primer mes.

Fue difícil no llamarlo. No dejaba de escribirme, ni de llamarme y tuve que ser muy fuerte para no tener la tentación de responderle, pero tenía una buena motivación para no hacerlo.

Callum mencionó que debía tomar la decisión sobre la Universidad a mediados de enero y aunque quería felicitarlo porque estaba muy feliz por él y sabía que lo lograría, no quería afectar en su toma de decisión.

Cuando besé a Cameron,—accidentalmente—Callum dijo que estaba considerando ir a Italia por mí.  Al principio no lo entendí, pero tras enterarme de que tenía la opción de ir a Alemania o Italia, todo cobró sentido. 

Quería que la decisión que tomara, fuera por él, por pensar en su futuro a largo plazo y cumplir los sueños que tenía planeados.

Callum debía tomar la decisión pensando en él, y no en mí.

Así que esperé.

Aunque no hubo día que no quisiera llamar a Callum, no estaba dispuesta a ser tan egoísta como para decirle que quería estar con él y en consecuencia afectar la decisión que tomara. Pero, él la estaba pasado tan mal como yo, y lo sabía, de una u otra forma, estaba siendo egoísta.

No era justo para él ignorarlo y no llamarlo devuelta, pero sabía que si lo hacía, influiría en una decisión que definiría su futuro a largo plazo.

Keila estaba al pendiente de mí, hablábamos diario como solíamos hacerlo siempre y se encargaba de que estuviera segura de lo que hacía, y sí, aunque doliera, lo estaba.

El mes que no hablé con Callum, fue largo.Eterno diría yo, aunque comencé a hacer las actividades de la lista que me regaló en Navidad y de alguna manera, lo sentía cerca de mí.

Descubrí que hacer yoga me duerme, que pintar con acuarelas es más relajante que pintar con acrílico, que jugar ajedrez es muy entretenido—Bastian estaba orgulloso cuando se lo conté—que jugar videojuegos me parece increíblemente divertido, que cocinar es más difícil de lo que Callum lo hacía parecer y que para la grata sorpresa de mi doctor y mía, me gusta la natación.

Al principio le tenía cierto rechazo, como a todas las otras actividades cuando las probé por primera vez. Pero tras platicar con mis nuevas amigas—que conocí en mi primera clase de natación y que curiosamente también asistían a la misma escuela que yo— me percaté de que genuinamente me había gustado, y ahora, eso es lo que hago por las tardes tres veces a la semana.

Zona AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora