Capítulo 8

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Lina

—Está celoso, estoy seguro—dijo Bastian—Debe creer que siento algo por ti cuando en realidad te veo como un moco andante.

—¿Gracias?—lo miré extrañada.

Le contamos a Keila lo sucedido con Cooper y aunque ella no se tomaba las cosas personal, no pudo evitar decir que en éste caso sí lo era.

—¿En serio hizo eso por celos?—preguntó.

—A ver, nos hemos visto una vez. No creo que lo haya hecho por eso. Pero no deja de ser desagradable.

—Sí que lo es. Podría jurar que lo he visto antes en algún lado.

—Tú crees haber visto a toda la gente alguna vez, Bastian—dijo Keila—De una forma u otra, me parece grosero y ni siquiera lo he visto.

Ella decidió no agregar nada más y siguió tomando su chocolate caliente.

Estábamos en la cafetería, después de pasar todo el día en la montaña. La había pasado bien, afortunadamente casi no había convivido con Johan. De hecho, había pasado mucho tiempo con la otra parejita, Roy y Maddy. Les ayudé a tomar las típicas fotos de pareja.
Y casi no había visto a Robert después de ayudarnos con el equipo para esquiar. Fue hasta después que lo encontramos en la cafetería con Keila. Y Bastian, "estaba muy cansado y quería ver cuánto tiempo nos quedaba", eso fue lo que me respondió cuando lo vi platicando con Danna del otro lado del mostrador.

—Bueno, ¿quieren ir a dar otra vuelta?, ya casi anochece hay que aprovechar la luz.

Los presentes en la mesa me miraron con incredulidad.

—Uy, lamento no vivir en Canadá y tener el privilegio de esquiar cada año.

—Yo tampoco lo tengo, pero estoy muuuy cansado—dijo Roy.

Todos estuvieron de acuerdo con él, así que decidí que iría sola. O eso pensé hasta que Keila le echó una mirada a Bastian para que me acompañara, y fingiendo una sonrisa lo hizo.

Salimos del edificio y nos dirigimos a la zona donde todo el mundo dejaba los skis, para después dirigirnos a la zona verde de la montaña.

El sentimiento de esquiar era indescriptible. No sabía qué era lo que me gustaba más, si el aire frío sobre mi cara, la velocidad al bajar la montaña, mis piernas moviéndose solas para esquivar a la gente o el sonido de los skis al frenar sobre la nieve.

—Basta. Ya fue mucho—dijo Bastian mientras terminaba de bajar la montaña.

—¡Han sido 5 vueltas!

—Más que suficiente.

—Una maaaas.

—Eso llevas diciendo desde la tercera.

Era cierto, pero creo que el problema era que a mí me encantaba y ni siquiera sentía los -8°C.

—Además ya va a ser el turno nocturno—agregó.

—¡Nos da tiempo de una más! Andaaa.

—¿Acaso no has visto la película en dónde unos chicos suben a la montaña cuando no debían, se quedan en las sillas y unos lobos se los comen?

—Mmm no.

—Pues no la veas. Y tampoco subas.

Comencé a reírme y él me imitó.

Realmente no sabía por qué no le gustaba esquiar. Cuando éramos más pequeños, él siempre prefería ir a la zona de las llantas para solo aventarse y así bajar la montaña, creo que no le gustaba el frío pero viviendo en Vancouver no había mucho que hacer, además de que casi siempre estaba nublado.

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