Prefacio

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Las sombras se arremolinaban por el callejón sucio, mientras una docena de ojos observaban, temerosos, desde lo más profundo de los habitáculos derruidos

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Las sombras se arremolinaban por el callejón sucio, mientras una docena de ojos observaban, temerosos, desde lo más profundo de los habitáculos derruidos. El silencio reinaba y solo se podía oír el replicar de sus viejas botas al pisar la sangre que cubría el suelo empedrado, así como su respiración entrecortada.

Los cimientos, que antaño sujetaban las modestas casas de los pueblerinos, ahora se resquebrajaban. Y era tal el deterioro, que el viento espolvoreaba los restos de la arquitectura, como si de una melodía de despedida se tratase, antes de ceder en su peso y tornarse basura en el suelo.

Alzó la vista hasta el cielo en busca de un destello de luz, pero no lo halló. En aquel cielo tapado, no brillaba ni una estrella; la oscuridad parecía engullirla. Ni siquiera las llamas devoradoras alumbraban, aún, el firmamento, pues se habían extinguido, dejando que la ceniza cayera sobre aquel lugar como si de los pétalos de una flor en otoño se tratara.

Era una escena hermosa; también macabra. Esperanzadora; aunque fuera aterradora.

—Se ha acabado —afirmó una voz a su espalda.

La sorpresa la invadió. Titubeó y se detuvo unos instantes, antes de girar sobre sus propios talones, al lograr reconocer el timbre y, por ende, a su dueño. Se movió lentamente, mientras en su interior aún ardía la llama de la venganza.

Al cruzar sus miradas, ambos se acercaron por instinto, atraídos como dos imanes.

—Se ha acabado —prometió ella, fieramente, a escasos centímetros de su rostro.



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La ladrona y el cuervo [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora