Los resultados que había arrojado la prueba de identificación mágica habían logrado generar un gran revuelo entre todos los presentes. Maddison los había mirado a todos como si estuvieran locos de remate; tras arrodillarse frente a ella habían empezado a parlotear sobre un animal profético.
«Un dragón», había repetido ella. Ni lo conocía ni recordaba haber visto jamás a ninguno.
Estaban enzarzados completamente en aquella conversación y eso la ponía nerviosa. Todos, menos una persona: Raven, que parecía incapaz de apartar su mirada de ella.
Por el semblante de su rostro, Maddison, se dio cuenta de que estaba tan confuso y sorprendido como ella; ambos trataban de gestionar la situación a duras penas.
—¿El dragón de qué? —pronunció la joven, por enésima vez.
Aquellas palabras se le habían encallado en la garganta y no había sido capaz de finalizar la frase. Pero como si no existiera o como si no pudieran escucharla, se pusieron a debatir sobre su futuro y lo que suponía para ellos que, al fin, hubiese aparecido.
—Debemos prepararnos para lo que se avecina —dijo Leonidas.
Todos asintieron con la cabeza.
—Reuniré todos los informes que tenemos sobre la situación del reino, divisiones, rutas, gobernantes... —observó Raymond.
Maddison se sorprendió de que este hubiera pronunciado una oración tan larga, dado que, normalmente, utilizaba pocas palabras para expresarse.
—¿Pero está capacitada para hacer un buen uso de su poder? —preguntó Yahir—. No podemos estar seguros de que es capaz de controlarse sin hacer un estudio exhaustivo.
—Su poder es tan grande que pensaba que no iba a lograr llevar a cabo la identificación —explicó la abuela Tera—. Ahora que sabemos lo que es no le faltarán pretendientes. Tendremos que subir el listón.
—¿Quién ha hablado de pretendientes? ¿En plural? —se ofendió Raven.
—No creo que sea buena idea compartirlo con el resto de la comunidad, no aún —opinó Leonidas.
—Pero guardarles un secreto tan grande... Todos conocen la profecía —dijo Raymond.
—Todos pensábamos que eran cosas de viejos. Sin ofender —pronunció Raven.
Aquella conversación sin pies y cabezas la estaba llevando al límite. Con los ojos como platos observó la escena rocambolesca en la que aquellos extraños trataban de decidir, por ella; además de no tener la más mínima consideración de darle una buena explicación.
—Debemos sentar la cabeza y calcular nuestro siguiente paso —aseguró Leonidas.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. «¡Ni siquiera parecen notar mi presencia!», se ofendió. Maddison notó un hormigueo en la punta de los dedos y como el calor empezaba a quemarle la piel.
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La ladrona y el cuervo [Completa✔️]
FantasyLa soledad, la supervivencia y la pobreza convirtieron a Maddison en una hábil ladronzuela capaz de realizar el más sutil, silencioso e inadvertido hurto. Ella no tiene apellido, título, ni padres y aun así consigue alimentar al pequeño Nico, el cua...