Capítulo XXIX: Arderás conmigo - Parte II

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Parte 2

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Parte 2.


Cuando la puerta se abrió de par en par y entraron una docena de guardias para llevársela, el capitán se sobresaltó y no pudo evitar mirarla directamente a los ojos, con la sorpresa bañando su rostro, entendiendo que ella le había contado la verdad.

—Por orden del rey, venimos a detener a Maddison Phyrgar —anunció uno de ellos.

Irrumpieron en la sala sin miramientos, hicieron a un lado al capitán y le quitaron las esposas a la joven, para obligarla a levantarse. Luego, la doblaron sobre la mesa y le colocaron otras. Todo, mientras Jack Krosm intentaba interceder en vano:

—¡Está bajo mi custodia!

—El rey pide un cambio de ubicación, capitán. Y usted no está autorizado para llevar la detención de esta criminal, debido a su relación con Jonathan Krosm —respondió el mismo guardia. Parecía ser el portavoz de la unidad.

—No es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Por el momento, es una sospechosa, no una criminal —lo rectificó.

—Existen pruebas en su contra —mintió.

El guardia lo sabía, Maddison lo sabía y el joven capitán también lo sabía.

La incomodidad se reflejó en la cara del joven capitán, que, a pesar de que parecía haber optado por quedarse al margen, no parecía contento con aquella decisión.

—¡Sabes que me van a matar! ¡Me ejecutarán sin procesarme! ¡A mí, a mis amigos, al pequeño! —le gritó Maddison mientras la sacaban a rastras—. ¡Tus manos estarán manchadas de nuestra sangre!

A empujones y tirones, volvieron a cubrirle la cabeza y terminarlos por sacarla del lugar. No pudo hacer nada para evitarlo y en el fondo, aun con su pulso disparado y la adrenalina por la peligrosa situación, tuvo la esperanza de que la predicción de Antoine no tuviese ningún fallo y se cumpliera a rajatabla.

La joven no supo cuánto tiempo estuvo en aquella incómoda situación, pero pronto la arrojaron en otra celda y le quitaron los grilletes.

Tras reponerse del golpe que su cuerpo había sufrido contra el frío suelo, Maddison, con las manos liberadas, se quitó el capuchón que habían usado para su cabeza y divisó su alrededor. Era una celda en las penumbras, no demasiado limpia. De hecho, parecía un lugar abandonado. No había muebles, solo una celda rodeada de barrotes y un espacio con una única silla y un cubo, sin ventanas ni otras puertas.

El corazón le palpitaba tan fuertemente, que casi era lo único que podía reconocer a través de sus oídos. Los guardias abandonaron el lugar sin mirar atrás y solo uno de ellos se quedó fuera de los barrotes. De repente, nuevos pasos se escucharon.

—Apostad un guardia en la puerta y que el resto patrulle los alrededores. Nadie puede entrar o salir sin mi permiso —se escuchó una voz desconocida. Era un hombre, pero quedaba fuera de su campo visual.

La ladrona y el cuervo [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora