Capítulo XIX: Una celestina discreta

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Cuando logró calmarse, se lo explicó todo a Rania; se había convertido en su gran confidente

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Cuando logró calmarse, se lo explicó todo a Rania; se había convertido en su gran confidente. Al principio, como era de esperar, se había mostrado sorprendida con el resultado de la prueba: aunque no entendía del todo lo que significaba. Seguramente, se trataba de algo que se había perdido para las generaciones más jóvenes. Pero, aun así, lo dejó de lado y proclamó que su hermano era un completo imbécil.

—¡Y esa maldita Arianne! —gruñó—. Mañana por la mañana, en cuanto me cruce con el imbécil de mi hermano, le voy a explicar todo lo sucedido. ¡No es justo que la cabrona de Arianne se salga con la suya!

Su forma de hablar tan ruda había sorprendido a Maddison. Era desconcertante como empleaba aquellas palabras, ya que desde que había llegado, Rania siempre se había mostrado dulce, calmada y con un gran autocontrol. Pero en aquellos instantes, los ojos de la joven brillaban por pura rabia.

—¡Es que es tan injusto! —exclamó por enésima vez.

Maddison asintió con la cabeza, incapaz de explicar cómo se sentía por dentro; estaba devastada, con los ojos hinchados y las lágrimas aún frescas, rodándole por la barbilla. Ni siquiera tenía fuerzas para dejar de lamentarse y era algo a lo que no estaba acostumbrada; siempre se había mantenido impasible ante cualquier cosa. Pero ahora que había empezado a creer que pertenecía a aquella comunidad, su corazón se había ablandado.

—Por favor, no hagas nada —fue todo lo que le dijo.

Rania estaba convencida de que, hablando con su hermano, este, entendería por qué había reaccionado de aquella manera. Aunque a la joven esa explicación no le convencía.

—Aun así, lo que hice no estuvo bien. No sé qué me ha pasado —murmuró rascándose los ojos —Arianne solo ha aprovechado mi metedura de pata.

Y era cierto: Maddison seguía sin comprender como o porque había perdido el control de aquella manera.

—Cualquiera en tu lugar, pasando por todo lo que has pasado y aguantando toda aquella presión, sus burlas y malas jugadas, la habría calcinado solo con pestañear —dijo convencida, tomándole las manos.

«Pero hay algo más...», se dijo para sus adentros. El instinto le gritaba que su pérdida de autocontrol no se debía a las humillaciones de la rubia.

Finalmente, logró hacerle prometer que no iba a intervenir; no debía hablar con su hermano. Maddison se sentía terriblemente mal, dolida y confusa. Necesitaba tiempo y espacio para sanar y además procesar todo lo ocurrido; lo que le había contado Leonidas y la abuela Tera la había dejado tocada. Además, aún trataba de luchar contra sus propios sentimientos.

Tras aquella conversación, la joven volvió abatida a la habitación que ocupaba y se acurrucó con Nico, tratando de no hacer ruido.

Se sentía cansada; tanto física como mentalmente. Pero, aun así, con todo lo ocurrido, no pudo pegar ojo. Cada ruido que escuchaba hacía que su corazón se disparara. Fantaseaba con la idea de que Raven volvía a casa y le daba la oportunidad de disculparse.

La ladrona y el cuervo [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora