Capítulo 45

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Paul ya había completado el procedimiento de siempre y ahora esperaba en su misma silla de siempre, esa que había acabado odiando y amando al mismo tiempo. Estaba nervioso, siempre se ponía nervioso cuando estaba a punto de ver a Ezra y él llegó unos pocos segundos después, solo que esa vez, la imagen que vio le destrozó por completo. Paul se puso de pie de inmediato, como si pudiera acercarse a él, como si pudiera romper aquel cristal y estrecharlo entre sus brazos. Sintió como sus ojos inundaban por las lagrimas  y la rabia comenzó a invadir cada parte de su cuerpo.

El rostro de Ezra, su Ezra, estaba completamente destrozado; tenía golpes recientes por todo éste y Paul sospechaba que también estarían debajo de su ropa de preso. Y aún así, a pesar de todo, él sonrío, le sonrió a Paul.

-¿Qué te ha pasado? -preguntó con la voz rota. Apenas podía mirarle a la cara, le dolía demasiado el hacerlo. -¿Quién te ha hecho eso?

-Hubo una pelea con varias personas... no te preocupes. -contestó Ezra, quitándole importancia al asunto.

-¿¡Qué no me preocupe?! ¡Mira como tienes la cara, joder! -exclamó Paul que aún seguía de pie y entonces fue hacía uno de los policías que estaban en la sala vigilando. -¿Cómo podéis permitir estas cosas? -le gritó al hombre, que sin duda ya se estaba preparando por si tenía que defenderse. Oyó como Ezra gritaba su nombre, asustado por lo que pudiera llegar a hacer, pero la rabia que Paul tenía en su cuerpo le hacía imposible calmarse. Estaba a tan solo unos pocos centímetros del policía. -¡No podéis permitir que le hagan esto!

-Señor, será mejor que se tranquilice. -habló el hombre, con la voz fría. -Sino, va a tener que abandonar la sala y la visita quedará cancelada. Se le negará la entrada.

Esas palabras fueron suficientes para calmarle. No, no podía permitir aquello, no podía hacer nada que hiciera que no pudiera volver a ver a Ezra. Así que, aún doliéndole, se obligó a calmarse y asintió lentamente con la cabeza, murmuró una disculpa y volvió a la silla donde Ezra lo miraba desde el otro lado, preocupado más por él que por los golpes que había recibido.

-Tienes que calmarte, Paul. Estoy bien. -murmuró. -Ya sabes que aquí estas cosas son normales.

-Es que... me mata saber que no puedo hacer nada. -musitó con debilidad. Sus ojos estaban rojos y aunque estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar delante de Ezra, nunca le gustaba hacerlo, sentía que esa vez iba a fallar en el intento.

-Con tenerte aquí ahora es más que suficiente. Eso es lo mejor que puedes hacer por mi. -contestó y esbozó una pequeña sonrisa. -Además, esos tíos también se llevaron unos buenos golpes. Tendrías que ver como están sus caras.

A pesar de todo, Paul no pudo evitar soltar una pequeña carcajada pero al hacerlo, también dejó caer de sus ojos unas cuantas lagrimas.

-Ese es mi chico.

Lo que Ezra no quiso decirle es que, en realidad, aquel ataque había sido tan solo hacía él, que cinco tíos con los que nunca había tenido problema se habían abalanzado contra él en el comedor y que ni si quiera había tenido tiempo para defenderse, ni lanzar algún que otro golpe. Durante un instante creyó que lo matarían, que moriría a golpes, pero por suerte los guardias llegaron y habían conseguido levantar su cuerpo ensangrentado, casi inmóvil y llevarlo a la enfermería donde estuvo cinco días. No, no podía decirle eso a Paul pues sabía que lo volvería loco.

Cuando Paul salió del edificio fue cuando, como siempre ocurría en sus visitas, se permitía romper a llorar, apoyado contra la pared, en silencio. Y mientras lo hacía, notó como su móvil vibraba en su bolsillo, indicándole que había recibido un mensaje de texto de quien supuso que sería de Aaron, avisándole de que iría a recogerlo para así volver a ir y vigilar la casa de Bryan.

ALIADOS. (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora