Capítulo 32.

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Cory entró en su apartamento y se encontró de golpe con Paul, de pie, como si hubiese estado esperándole todo ese tiempo.

-¿Que has hecho, Cory? -Preguntó con cierta preocupación nada más verle.

-¿Por que debería de haber hecho algo? -Se defendió él, fingiendo cierta indignación y odiando al mismo tiempo que su amigo le conociese tan bien.

-Porque al irte has dicho que tenías unas cosas que hacer y cuando tú tienes cosas que hacer suelen significar dos cosas: o vas a darle una paliza a alguien o vas a "trabajar" -Explicó, aun sin apartar la mirada de él.

Como si no hubiese oído nada, Cory pasó por su lado, abrió la nevera y sacó una cerveza, se sentó en su sofá y estiró las piernas; aquel había sido un día bastante duro. Eran casi las once de la noche, la misma hora a la que solía ir a casa de Brooke pero esa noche no sería así; ella pasaría la noche en el hospital y era absurdo lo mucho que comenzaba a echarla de menos. Se había acostumbrado tanto a sentirla a su lado a la hora de dormir que aquella noche ni si quiera sabía si iba a conseguir dormir del todo, mucho menos con todo lo que había sucedido.

Ante el silencio de su amigo, Paul comenzó a sentirse más inquieto. Él también odiaba conocer tanto a su amigo; sería mucho más fácil para ambos que él creyera sus palabras, que realmente creyera que nada había pasado y que así los dos abandonaran el tema, se relajaran y pasaran a hablar de cosas mucho más sencillas pero así no era como funcionaban las cosas; no para ellos. Y es que Paul había llegado a conocerle tan bien que incluso ya sabía lo que había hecho aun cuando ni si quiera se lo había contado.

-Cory -comenzó a hablar con cierta preocupación, como si se estuviese dirigiendo a un niño pequeño -¿a quien has ido a ver?

Y supo que no había ninguna razón en seguir mintiendo, así que con resignación y tras un ligero suspiro contestó:

-He ido a la casa de ese cabrón... de Bryan. - Al oírlo, Paul cerró los ojos con fuerza; ya se lo había imaginado pero dentro de él, aun albergaba una pequeña esperanza de que quizás estuviese equivocado. Pero con Cory, pocas veces se equivocaba.

-No podías quedarte quieto, ¿verdad? -Soltó; no había enfado tras su voz simplemente un ligero cansancio.

-Sabes que no. -Se defendió él. -Has visto lo que está sucediendo, lo que le ha pasado a esas dos chicas; están luchando por su vida en un hospital y ellos iban a por Booke, joder. Ella podría haber estado en ese coche, ellos querían que ella estuviera en ese maldito coche. -Había cierta desesperación en el rostro del muchacho.

-Pero no ha sido así, Cory. Ella está bien.

-¡Pero podría no haber sido así! -Respondió, alzando un poco la voz, sorprendiendo a Paul. -Son capaces de cualquier cosa... joder, ¿que pasará cuando descubran que Brooke está bien, que ella no iba en ese coche?

Ninguno de los dos se atrevió a contestar aun cuando ambos sabían perfectamente la terrible respuesta. Y Paul lo vio en su amigo; vio el miedo que sentía, la desesperación, rabia... por llegar a perder a una persona. No creía haberle visto nunca así, no desde la muerte de sus padres. Sentía que estaba viéndole del todo: al descubierto, sin ningún tipo de máscara.

-Es duro, ¿verdad? -Murmuró entonces Paul, que se acercó a él para así sentarse a su lado.

-¿A que te refieres?

-El que te importe tanto una persona y que sientas que en cualquier momento pueda pasarle algo y que tú no puedas hacer nada.

-Si, si que lo es. -Admitió Cory, lanzando una breve mirada a su amigo que había fijado su vista en el suelo.

ALIADOS. (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora