Capítulo 3.

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Había muchas cosas que Cory odiaba, pero había una que probablemente sobresalía y eran a a todas esas personas que vivían en la otra parte del pueblo. en la zona opuesta a la suya. No le importaba quienes eran, si se trataba de niños, personas buenas o gente que quizás nunca había hecho nada malo en su vida; él siempre tendría ese rencor hacía ellos, esa leve chispa de odio que no podía apagar... y era por eso por lo que no entendía porque aún seguía pensando en esa chica, porque si quiera había comenzado a hablar con ella. Se había fijado en Brooke desde el primer momento en el que entró en el local; quizás habían sido sus curiosos ojos verdes o ese pelo rojo que parecía brillar en mitad de la multitud. Puede que también fuera la manera en la que lo había mirado cuando le había pillado haciendo aquel intercambio con el chico, el desafío que hubo en su mirada. Había algo en ella, algo que quizás nunca llegaría a entender, que lo había hecho sentir como si le hubieran dado un gran golpe en el pecho, un golpe que querría seguir sintiendo una y otra vez.

Realmente la habría llevado a casa, había querido hacerlo, pero sin embargo nada de eso importaba ahora porque su coche había decidido no arrancar.

-Esto es increíble -murmuró Cory cabreado, dando un nuevo vistazo al motor a pesar de que no tenía ni idea de que era aquello que estaba tratando de encontrar. No entendía mucho de coches.

-Mucha ha durado. -agregó Paul, sin esconder la sonrisa, algo que tan solo hizo que Cory se irritase más. Dejó de mirar el vehículo y entonces le dio una fuerte patada, haciendo que éste se tambaleara. -Sí, tú encima mejóralo más.

-Llevo días diciéndote que a ese coche le pasaba algo malo y no quisiste hacerme caso. -añadió Aaron con tranquilidad, que parecía haber estado esperando aquel momento para soltar un te lo dije. Porque siempre era así, porque él siempre acababa teniendo razón.

Su comentario se ganó una de las fulminantes miradas de Cory.

-¿Y si tan listo eres por que no hemos cogido tu maldito coche?

-Ni de coña traigo mi coche a este sitio.

-Lo dices como si en nuestro barrio fuese a estar mucho mejor. -soltó Paul, que pegó el último sorbo a la botella de cerveza que había sacado del pub.

Se quedaron en silencio durante unos segundos, los tres aún con la mirada puesta en el viejo e inservible vehículo que seguía aparcado delante de ellos.

-¿Qué pasa, es que lo vais a mover con la mirada o algo parecido? -preguntó Paul, que ya les había dado la espalda y había comenzado a andar. Los otros dos no tardaron en seguirle pues, al final, era lo único que podían hacer.

A pesar de que era tarde, la gente seguía llegando. El pub estaba ahora mucho más lleno que en un principio, la música era más fuerte y el alcohol había comenzado a hacer efecto en las personas. Tampoco habían estado mucho tiempo dentro, lo suficiente como para haberse dado cuenta de que aquel lugar no era para ellos; la música era mala, los precios demasiado altos y la gente simplemente no le gustaba. Cory podía diferenciar a las personas como aquellas en tres grupos: los primeros, los que los temían tanto que incluso no se atrevían ni a mirarlos. Luego estaban aquellos que los miraban, que no podían evitar su curiosidad  y que los observaban como si fueran una especie distinta, con cierto miedo, pero también curiosidad, lastima e incluso fascinación. Y por último, estaban aquellos que se sentían superior a ellos, que los notaban y que su simple presencia los irritaba, que hacían ver que no eran nada, que siempre serían distintos, inferiores. Este último grupo era el que más odiaba Cory pero al mismo tiempo, una parte de él siempre anhelaría ser uno de ellos, simplemente ser alguien que pudiera presumir de tener algo, de ser alguien. Cory sabía que nunca sería nadie, que nunca tendría nada. Tampoco es que lo mereciese.

ALIADOS. (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora