cuarenta y uno.

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Chan jamás se había sentido apegado a nada

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Chan jamás se había sentido apegado a nada. En toda su vida el desinterés por las cosas o sucesos a su alrededor iba aumentando exponencialmente con los años. Ni su familia; ni su patria, ni siquiera sus amantes casuales habían marcado un antes y un después en su rutinaria vida de monotonía simple que le inculcaron en ese círculo vicioso de muerte y desasosegó.

Sentir el mínimo sentimiento ante alguien o algo se había vuelto algo tan simple y sin importancia en su vida. Todo tenia que estar como se mantenía, en orden y sin perturbación alguna.

La estabilidad de su mundo tenía que conservarse desde la base de su poder, y se encargaría de que así permaneciera hasta el final de su vida.

Por supuesto, el temblor en su dinastía, en su vida y rutina sólo podía verse ocasionado por una persona. Ese oğlan de acciones imprudentes y ojos astros, tan atrayentes como la persona dueña de ellos, era una razón suficiente para salir de la línea recta que había marcado.

Y por alguna razón, no veía ajena la posibilidad de hundirse en esas aguas grises y vastas de tranquilidad, donde la

paz parecía sentirse normal como nunca lo había hecho.

Y es por eso que habían sido días difíciles, donde la enseñanza de mantener rectitud y serenidad en todo momento se veía ligeramente perturbada por el impulso de su pecho para volver al lugar de su nacimiento, donde se encontraban esos iris de su interés.

Las noches se habían vuelto más pesadas por la incomodidad en su lobo, donde el instinto siempre apagado de su alfa se había inquietado por una sensación extraña.

Había querido llamarlo, muchas veces, pero no quería obtener alguna reacción de rechazo. Sabía que la diferencia horaria de casi diez horas no era un gran problema si existía lógica de cuándo llamar. Pero si algo aprendió del oğlan es que muchas veces necesitaba su espacio...lejos de él. Así que se mantuvo neutral y esperó a que el omega lo llamara ante cualquier situación. Chan no hubiera tardado en llegar inmediatamente a Turquía si Felix lo hubiera contactado. Pero no fue el caso, por lo que Chan intuyó tener un mensaje claro.

Cuando el problema y las negociaciones en Canadá disminuyeron considerablemente, y la preocupación dentro de él se exteriorizaba más, decidió que era mejor volver a Estambul. Ángel y otros de sus hombres que también estaban unidos con sus parejas habían estado ansiosos, el alejamiento no solo afectaba a los omegas.

Dejo casi todo arreglado cuando voló del piso canadiense, después de todo él no tenía que encargarse de cada problema o situación en las sedes ahí, una disminución pequeña en el precio de las acciones no fue suficiente razón para que quisiera permanecer lejos de Turquía.

Chan nunca se había aferrado a nada, pero sus acciones estaban dando señales claras de lo contrario.

Veía más allá de los problemas en la calles bajas y los problemas con mafias menores, de los asuntos sin resolver con los Yilmaz y su familia. Él solo podía reparar en un instinto que le decía que las cosas no estaban marchando bien en su país ante su ausencia. Con su omega.

mafia roja › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora