veintiocho.

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Los seres humanos se unen por muchas razones diferentes al amor

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Los seres humanos se unen por muchas razones diferentes al amor. Acostumbrados a guardar pequeños recuerdos de alegría para lamentarse el resto de sus días por no poder repetirlos. En el mundo de Felix no había muchas personas con buenos recuerdos, la clase alta siempre ha tenido ventaja en la mayoría de aspectos en la vida diaria, pero la libertad no era uno de ellos.

Por que las personas que más tienen, menos libres son. Era algo que Felix había visto con sus propios ojos.

—¿Mami? —la voz delgada hizo eco en las grandes y descoloridas paredes de los largos pasillos, huecos de emociones.

"La casa con cara triste" era como llamaba Felix a ese lugar cuando era un niño, las ventanas de frente eran dos, y el arco en la puerta hacía que pareciera una nariz, la puerta era recta y perfecta para la estructura de la grande mansión. Sin embargo; la reja frontal formaba una U inversa, que hacía que si cruzaras la calle y voltearás al frente, la primera imagen que te vendría a la mente sería una cara triste. Analogía que un niño de cinco años no encontraba muy diferente a la realidad dentro del lugar.

No era tan grande, y Felix ya sabía subir las escaleras para su corta edad, pero sin su madre ahí los pasillos rechinantes le hacían pensar en los cuentos que sus nanas le leían sobre los monstruos escondidos en las esquinas de las paredes.

Sus pequeños pies tropezaban de dolor por caminar tanto tiempo, buscando la feromona de mandarina y fresa que tanto caracterizaba a su mamá.

Alzando su cabeza para agudizar su olfato, se dio cuenta que el olor se intensificaba a medida que se acercaba a la puerta donde su madre acostumbraba encerrarse, Felix siempre la esperaba hasta que saliera, le gustaba el olor a pinturas y lienzo que tenía cuando terminaba de hacer su arte ahí.

La habría esperado, como siempre lo hacía, pero a diferencia de las anteriores veces, la puerta estaba entreabierta.

Su pequeña altura no le permitía girar el pomo pero con un pequeño empujón logró abrir la pesada madera. Estaba oscuro, sus cuidadoras ya se habían ido, y el ocaso se extendía a través de la ventana.

—¿Mami? —murmuró el castaño viendo la figura familiar— ¿Qué haces ahí arriba?

La sombra se balanceaba, siendo sostenida por un objeto que Felix jamás había visto. Su madre no respondía.

Se sentó abajo y le acarició los pies, a la altura que estaba era lo único que podía tocar.

El pequeño omega decidió esperarla, siempre lo hacía.

El pequeño omega decidió esperarla, siempre lo hacía

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mafia roja › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora