Capítulo 12

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Se ve increíble, con un hombro levemente apoyado de la puerta de la cocina, sin chaqueta ni corbata, la camisa se estiraba en su ancho pecho y los dos botones de arriba desabrochados. Se endereza desde que me ve claramente.

- Kiara- dice sorprendido.

Es la primera vez que dice mi nombre y suena increíble. De un momento a otro camina rápido hacia mi asustándome, dejo caer el vaso de agua que se hace añicos en el piso, se detiene.

- No te muevas- me ordena- y por esta vez obedece.

- La única razón por la que lo hare- respondo ubicando las manos en la cintura- es porque no veo por donde ir sin cortarme-.

Escucho los cristales romperse cuando camina sobre ellos, trae zapatos. ¿acaso creías que pasaría por ellos descalzo?

Cuando me alcanza pasa un brazo por debajo de mis piernas y me carga como princesa; envuelvo las manos en su cuello sin ser plenamente consciente de ello, pero cuando nuestros rostros quedan tan cerca, que prácticamente casi contar las miles de pestañas que protegen sus ojos, esos que me miran con deseo. Su cabello hacia cosquillas en las manos, su cuello una columna tensa debajo de ella.

La consciencia de su cuerpo sosteniendo el mío me ponía más caliente.

- ¿Señor? - escucho a Nana.

Me tenso, siento la mirada de ella en nosotros. Retirando la mano de cuello y ubicándola en su firme pecho empujo, tratan do de que me deje de pie; pero solo aprieta sus brazos. Me mira, como si no le importara que Nana estuviera viéndonos en esta situación.

- A la dra. Gonzales se le resbalo un vaso, el piso esta lleno de cristales- responde- asegúrate de recoger todo mientras yo reviso a ver si se corto con alguno de ellos-.

- Oh Dios- dice nana-si señor-.

Aprieto los labios negando, él sabe que no me corte con nada. Veo bailar la diversión en sus ojos fugazmente. Sale de cocina tranquilo, camina como si yo no pesara nada, pasando por la sala y tomando el pasillo de la derecha; un gran arco a mano derecha revela otra enorme sala, pero no entramos, llega al final, me sostiene contra el con una mano y abre la puerta.

Entramos a un espacio que me recuerda a las antiguas películas, paredes llenas de estantes con libros, miles y miles de libros; una chimenea, que aunque se veía hermosa no tenía sentido de estar, en este país ni siquiera nevaba, no hacia el frio suficiente para encenderla.

Un gran escritorio en madera, que parecía recién pulido estaba de frente a la puerta; la típica mesa de noche con el típico globo terráqueo cerca de la chimenea, por último, un enorme sofá de lo que se veía como cuero, de color marrón con una mesa de ajedrez apoyada en su mesa de centro.

Entra a la oficina, pero en vez de ponerme de pie se sienta en el sofá conmigo en brazos. Me mira intensamente de nuevo, puedo sentir lo duro que esta contra mis nalgas, el deseo me llena de nuevo. Baja su mirada a mis labios.

Salto lejos de él, sorprendiéndolo y sinceramente a mi también. Me sostengo precariamente de pie a unos metros, excitada; no puedo caer de nuevo. Me obligo a recordar como se porto esta mañana. Su indiferencia.

- ¿Crees que puedes jugar conmigo? - le digo- No soy un maldito juguete con el que puedes jugar y luego tirar cuando te dé la gana-.

- ¿Acaso crees que quiero esto? - dice, se levanta bruscamente con los ojos llenos de ira- antes de ti era un hombre funcional- llega a mi en dos zancadas, su figura enorme contra la mía- te conocí hace dos putos días- envuelve mi cuello en su mano, firme pero delicadamente- mi maldito cuerpo ha decidido por mí, he tenido más erecciones en estos dos malditos días que en toda mi vida-.

Fisiopatologia del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora