Nathaniel
Voy manejando detrás de ella, no me sorprendería que su auto dejara de funcionar de repente. Estiro los hombros, sintiendo la incomodidad ya familiar invadirme, estaba tan acostumbrado a llevar traje; era como mi segunda piel. Pero desde que conocí a Kiara muchas cosas habían cambiado.
La primera vez que la vi, sentada entre los internos, relucía como una luciérnaga en la oscuridad; nunca pensaría que esa pelirroja con cuerpo infernal era la misma niña de la que escuchaba hablar a mi hija.
Lo mas gracioso era que no parecía consciente de lo que podía producir en la población masculina. Tan diferente de las mujeres que se me ofrecían todos los días, había follado a muchas, pero ninguna como ella.
Eso era lo que no me gustaba, era una distracción, pero estaba demasiado curioso porque respondía a ella de esta manera; el día de ayer había sido un infierno, una erección constante me había acompañado.
Incluso ahora, sabiendo que estaría dentro de ella en unos minutos estaba medio enloquecido, con el cuerpo tenso, como preparado para una pelea.
Vislumbro el hospital y le hago cambio de luces para que me siga, me adelanto para entrar primero y que la dejen entrar al área de empleados; el otro estacionamiento estaría demasiado vació para ella.
Me detengo frente a la puerta de acceso al estacionamiento subterráneo y espero, pero ella no aparece. Frunzo el ceño, debería estar aquí ya. Me bajo y reviso la calle, pero veo ni rastro de ella. Vuelvo a entrar al auto y continuo para estacionar en mi puesto nuevo. Lo había cambiado luego del problema con la residente el otro día.
Salgo del auto intentando destensar el cuerpo. Necesitaba su numero de celular. Busco en toda el área quirúrgica luego de cambiarme, pero ni rastro de ella. ¿Dónde diablos se habrá metido?
Paso por mi oficina, el área de enfermería y nada; conseguiría su maldito número.
La localizo por fin justo donde nos vimos por primera vez, mientras me acerco lentamente la veo leer, tan concentrada, tan tranquila. Sin ser consciente de la bestia que quería devorarla; esta bestia que había despertado en mí, la que no sabía que habitaba en mí.
Quería castigarla por hacerme sentir de esta manera.
-¿Porque nunca obedeces? - hago la pregunta apoyándome casualmente en la pared frente a ella.
Levanta la cabeza bruscamente, parpadeando varias veces. Estaba muy concentrada en su tema.
- ¿A que te refieres? Y ¿Como diablos puedes moverte tan sigilosamente? - pregunta con una mano en el pecho.
Tiene una expresión adorable.
- Te indique con las luces del auto que me siguieras- le digo tratando de calmar mi cuerpo.
- No vi ningún cambio de luces- me dice con el ceño fruncido.
- Eso me preocupa más, porque significa que no te concentras adecuadamente cuando te concentras-pone cara de enojo- vamos a mi oficina y no rebatas si no quieres que te folle en el pasillo-.
El ardor que sentía en mis músculos y mis venas era tan incomodo como familiar para mí. Veo con placer como sus pupilas se dilatan y sus pechos turgentes suben y bajan más rápido al acelerarse su respiración.
Guarda la tableta en el bulto azul oscuro, me acerco por lo que al ponerse de pie se frota contra mí, podría ser un masoquista porque el ardor empeoro, pero me había encantado sentir sus senos frotándose contra mi pecho, aunque estuvieran separados por la barrera de la ropa.
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Fisiopatologia del Placer
RomanceLos une la pasión y el deseo por su vocación y por ellos. Kira nunca pensó que llegaría a follarse al papá de su mejor amiga, pero sucedió y nunca pudo parar. Nathaniel jamás imagino engañar a su esposa con una niña, pero ella se ha convertido en su...