Observo satisfecha como respira de manea agitada, sentado de manera descuidada, va relajando la expresión tensa; introduce el pene de vuelta en su bóxer y se acomoda.
Trago saliva, a mi cuerpo le importa muy poco que hace pocos días nos hayan abierto el pecho, o que tengamos un brazo fracturado, el deseo es una entidad esparcida en cada trazo de mi piel. Aprieto las piernas tratando de calmar el latido constante de mi clítoris.
Es imposible saciar mi deseo sin lastimarme, por eso clavo la mirada un momento en el techo. Inspiro despacio para enfriar el deseo en mis venas, obtengo ayuda de la punzada en mi tórax. Atraigo mi brazo a la cama, despacio, lo pongo despacio a mi lado.
— De nada— le digo de manera presumida.
El sonido de sus pasos, me ponen sobre aviso antes de que su atractivo rostro entre a mi campo de visión. Totalmente recompuesto ahora, cada mechón de su cabello en su lugar. Posa las manos a ambos lados de mi cabeza, inclina la cabeza hacia mi y posa sus labios en los míos, aplicando una suave presión que inflama mis sentidos y me deja congelada.
La presión de sus labios desaparece lentamente, no sé en qué momento eh cerrado los ojos, elevo los parpados chocando con su mirada azulada.
— Gracias Dra. Gonzales— murmura, acelerando los latidos en mi pecho.
— Yo...— empiezo.
Se endereza bruscamente, sorprendiéndome, saca el móvil del bolsillo de su pantalón llevándolo a su oreja.
— Navikov— contesta, el tono helado de vuelta.
Es increíble, la manera tan rápida en que cambia de expresión, lo observo curiosa. Los ángulos limpios de su rostro, la expresión ilegible.
— ¿Hace cuánto? — pregunta frunciendo el ceño— está bien, gracias—.
Cuelga. Espero que vuelva a mi lado o me diga algo, pero me sorprendo cuando se desliza hacia la puerta y la desbloquea. Va a irse, y ni siquiera va a despedirse. La punzada en el pecho me avisa que demasiado pronto me he aferrado a una rara parte de él.
Pero no lo hace, no abre la puerta y me deja. Camina al sillón ejecutivo a mi lado y se acomoda en él, tomando antes un libro gordo de tapa gruesa del que no me he fijado. Apoyando el tomo en sus piernas, lo abre.
— Adeli ha llegado hace unos minutos— dice, con la mirada fija en el libro— en unos segundos entrara a la habitación—avisa.
Ohhhhh. El conocimiento de que le habían puesto sobre avisó sobre la presencia de Adeli en el Hospital, me atraviesa. Pero tengo demasiada curiosidad sobre la persona que lo hizo. ¿Acaso le ha contado a alguien sobre nosotros?
— ¿Quien te aviso? — pregunte, demasiado curiosa para aguantar.
— Hernandez— dice, todavia sin mirarme.
— ¿Y el sabe sobre nuestra rela... de lo que tenemos? — en cuanto la pregunta sale de mi boca, recuerdo la conversación de ellos antes de que fueran conscientes de que estaba despierta.
Aleja la mirada del libro, sus iris azules chocando con los míos— se supone que no—.
Pienso en la expresión del Dr. Hernández cuando Nathaniel le dijo que ya no seria su paciente, extraña. ¿Será posible que sospeche?
La puerta se abre y Adeli entra con una bolsa marrón de papel con el logo de Fengos Burger en el frente.
— ¡Estas despierta! — exclama, caminando rápido hacia mí.
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Fisiopatologia del Placer
RomanceLos une la pasión y el deseo por su vocación y por ellos. Kira nunca pensó que llegaría a follarse al papá de su mejor amiga, pero sucedió y nunca pudo parar. Nathaniel jamás imagino engañar a su esposa con una niña, pero ella se ha convertido en su...