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Corría con toda la rapidez que le era posible al gimnasio. Se había entretenido contándole las últimas novedades a Gustabo y llegaba tarde, aunque para él diez minutos podía ser algo normal, sabía que para Conway no.

—¡Por fin, princesita!— alabó el mencionado en cuanto Horacio pisó el suelo del gimnasio.

—Perdón— dijo como pudo mientras trataba de recuperar el aliento, manteniendo ambas manos en sus rodillas flexionadas— No me di cuenta de la hora.

Conway se acercó de forma intimidante hacia donde estaba el menor, quien poco a poco iba incorporándose al darse cuenta de que quizás tenía que huír de una paliza.

—Escúchame, nenaza— le agarró con fuerza del cuello de la camisa— Esto no es el cole, yo no soy tu puto profesor al que le tienes que lamer el culo para aprobar— le soltó de golpe, manteniendo aún la misma distancia— Los radioactivos no te pedirán perdón cuando te arranquen hasta el último pedazo de carne de tu cuerpo. Esto no es un juego, y será mejor que te lo tomes en serio y espabiles de una puta vez. ¿Queda claro?

Horacio, que se había mantenido estupefacto mientras el hombre que tenía enfrente le reprendía, tragó saliva antes de hablar.

—S-sí.

—¡Sí, señor!— gritó de nuevo el mayor.

—¡Sí, señor!— repitió el de cresta recomponiéndose.

—Así me gusta— al fin se alejó de Horacio y comenzó a andar hacia el centro de la sala— Veinte flexiones, ahora.

El menor no se lo pensó dos veces antes de tirarse al suelo y comenzar con la tarea que le había mandado. Era la primeza vez que "trabajaba" con Conway, si se le podía llamar así, y no quería liarla. Ya tendría tiempo para bromas más tarde.

Cuando iba por la flexión número quince, notó el pie del mayor en su espalda, haciendo fuerza hacia abajo.

—Continúa— le escuchó decir— Es que te notaba muy ligero.

Horacio respiró con fuerza tratando de no derrumbarse, debía demostrar que podía con ello. Al terminar la última flexión simplemente se dejó caer en el suelo.

—Enhorabuena, capullo— dijo Conway quitando el pie y alejándose un poco— Has superado los cinco primeros minutos del entrenamiento— Horacio soltó un quejido, aprovechando aquellos segundos tumbado, antes de levantarse— Súbete a la cinta.

De nuevo obedeció, subiéndose a la cinta de correr y esperando las siguientes órdenes.

—Dado que por tu falta de puntualidad te has marcado una maratón antes de venir, voy a ser generoso.

¿Generoso? Horacio ya se encontraba temblando ante aquello. Conway encendió la máquina y puso una marcha algo rápida, pero bastante llevadera. Al de cresta se le escapó un suspiro de alivio.

Al cabo de cinco minutos, el mayor aceleró un poco más la marcha, y así cada cierto tiempo hasta terminar en una carrera en la que Horacio sabia que si fallaba, saldría disparado hacia atrás.

—¡Menos mal que ibas a ser generoso!— escupió, fruto de la desesperación.

—No, no, la generosidad era solo al principio— respondió Conway junto con una risa.

Horacio quiso quejarse, pero un paso en falso hizo que tropezara y que, efectivamente, saliera disparado. Una vez en el suelo, trató de sentarse entre quejidos mientras Conway paraba la cinta.

—¿Listo para la siguiente prueba?— ni siquiera tuvo tiempo para responder cuando el mayor le lanzó unos guantes de boxeo.

—Oh no— se le escapó.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora