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La puerta comenzó a abrirse, por lo que Volkov retiró el colgante una vez finalizada su tarea, y se lo volvió a entregar al menor. Intercambiaron miradas una vez más en cuanto pudieron ver el oscuro interior, no del todo seguros de que aquello fuera una buena idea, pero al menos ganarían tiempo.

Se adentraron en aquel pequeño habitáculo y, una vez dentro, las puertas volvieron a cerrarse de forma automática.

—¿Y ahora qué?

Entonces la linterna de Volkov dejó de ser la única fuente de luz. Unas luces automáticas se encendieron, haciendo que los dos Inmunes se taparan por el repentino resplandor, y unos gases salieron con potencia del techo, consiguiendo que ambos se sobresaltaran.

Ninguno de los dos entendía nada, pero comenzaban a hacerse una idea al ver cómo otra puerta empezaba a abrirse en cuanto los gases terminaron.

—Mierda Volkov— habló incrédulo el menor— ¿Esto es...?— ni siquiera pudo acabar la frase debido al asombro.

—Sí, creo que sí.

Al salir de la pequeña habitación, las luces del lugar también se fueron encendiendo poco a poco, poniendo en marcha también los conductos del oxígeno.

Bienvenido, Segundo Amanecer.

Horacio casi pega un salto al escuchar aquella voz femenina y algo robótica salir de una pantalla.

El ruso se acercó, curioso, aunque la pantalla no cambió.

—¿Segundo Amanecer?

—¿Un grupo religioso, quizás?— pensó el menor al ver algunos símbolos en la pantalla.

Podían confirmar que se encontraban en un búnker, uno en el que habían invertido bastante dinero, viendo lo sofisticado que parecía ser.

—Parece más una secta.

—Pues qué cutres, vaya nombre de mierda.

Volkov decidió olvidarse de la supuesta secta y se dio la vuelta para analizar el lugar. Se trataba de una pequeña sala con sofás, de la que salía un largo pasillo.

—Investiguémoslo.

Horacio se puso en marcha, ignorando por un momento el agudo dolor de su tobillo debido a la emoción, pero enseguida se vio detenido por el brazo del veterano.

—Podría haber gente aquí.

—¿Y por eso nos da la bienvenida?— interrogó, alzando una ceja— Además, las luces estaban apagadas y los conductos de ventilación cerrados. No creo que consiguieran llegar a tiempo.

—Igualmente, andemos con cuidado. Puede que solo ahorren energía manteniendo esta sala inoperativa.

El de ojos bicolor terminó obedeciendo al mayor y alzó su arma, tal y como había hecho el contrario, empezando a caminar por el pasillo atentos a cualquier cosa. Al final había una sala mucho más grande en donde podían observar un bar y algunas mesas, además de una zona recreativa, pero no se pararon mucho, primero debían confirmar que se encontraban solos.

Lo siguiente que vieron fue otra sala comunitaria igual de amplia, pero con sofás y una enorme televisión. Sin duda alguien del antiguo mundo tenía claro que no se iba a aburrir encerrado. Al continuar, se toparon con las habitaciones, que, por suerte, no eran demasiadas, por lo que las descartaron rápido, aunque tampoco pasó desapercibido para ambos el lujo de estas.

—Volkov, ninguna de las habitaciones está ocupada.

—Manténgase alerta— volvió a decir, aunque esta vez algo más duro ante la insistencia del menor.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora