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Era demasiada información novedosa la que sus ojos trataban de mandar a su cerebro, aunque al final todo se basaba en lo mismo: vegetación. Miraba atento a todos lados, maravillado por la belleza de la naturaleza, pero llevaba varias horas sintiéndose demasiado desorientado.

—¿Sabes por dónde estamos yendo?— preguntaba una y otra vez.

Y es que el pobre Horacio sentía que todos aquellos árboles eran exactamente iguales a los anteriores que habían visto en el camino.

Volkov suspiró, cansado. Era la cuarta vez que le preguntaba aquello en lo que llevaban de Incursión, incluso empezaba a sentirse ofendido por la poca fé del menor en su sentido de la orientación.

—Sí, Horacio.

—Pero por aquí ya hemos pasado— replicó mientras apartaba algunas ramas que amenazaban con golpearle la cara.

Entonces el ruso se paró en seco, haciendo que Horacio, quien seguía lidiando con las ramas, se chocase contra él.

—Pero por qué coñ...

—¡Silencio!— susurró lo suficientemente alto como para que su compañero le escuchara, por lo que el de ojos bicolor acató rápidamente la órden.

El más alto se agachó, ocultándose entre la alta hierba, y haciéndole gestos al otro inmune para que le siguiera de igual forma. Horacio no hizo preguntas, ya tendría tiempo para hacerlas más adelante. Observó a lo lejos entre los árboles, justo a donde miraba el ruso, solo para darse cuenta de que unas figuras, que él apenas percibía como puntos en el horizonte, se movían entre la vegetación.

—Tenemos que cruzar el río— murmuró el peligris— Camine despacio y procure no hacer ruido.

—¡Pero si estamos perdidos!— dijo de igual manera, aunque algo más alterado.

Se limitó a quejarse para sus adentros al ver que el ruso ignoraba su comentario y continuaba avanzando por otra ruta, esquivando a aquellos seres. Le siguió durante unos cuantos minutos, tal y como le había indicado, hasta que el menor empezó a escuchar un ruido que no era capaz de distinguir, al menos hasta que no estuvieron lo suficientemente cerca.

—No me jodas— dijo asombrado al ver el río delante suya.

—No se quede ahí parado— ordenó el mayor en un tono más alto de voz al haber pasado ya el peligro— Avance.

El de cresta pestañeó un par de veces antes de salir del trance y seguir al mayor.
"Pues sí que sabía por dónde íbamos"

Vió como Volkov bordeaba el agua cristalina hasta dar con una zona rocosa, por lo que imitó sus acciones y se acercó igualmente a la zona, subiéndose a la primera piedra tal y como había hecho el ruso, quien de vez en cuando volvía su vista atrás para cerciorarse de que aquel chico seguía sus pasos. Comenzaron a caminar de una roca a otra para pasar aquel río sin mojarse, aunque lo único que deseaba hacer el menor en aquellos momentos era tirarse al agua.

Se quedó quieto justo a mitad de camino para poder observar con detalle el arroyo a escasos centímetros de sus pies. El agua estaba tan limpia que podía ver la arena del fondo, la cual parecía incluso más blanca que en las imágenes que veía de pequeño en el Arca. A su vez podía distinguir alguna que otra planta que se enraizaba a esta, dejando que sus hojas fueran arrastradas por la corriente de aquel riachuelo, dando una sensación sedosa.

Maravillado por aquella vista, se arrodilló en la roca en la que estaba y llevó su mano al agua, dubitativo de si llegar a tocarla o no, pues sentía que acabaría por romper aquella perfecta armonía. Sin embargo, el egoísmo por conocer aquella sensación le pudo, terminando por hundir sus dedos. Sonrió casi sin darse cuenta al notar el frío en estos, por lo que decidió hundir más la mano.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora