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Se despertó con unas ínfimas ganas de levantarse aquel día, pero, una vez más, el deber le llamaba. Se dispuso a prepararse, haciendo equilibrios para no pisar nada de lo que había tirado la noche anterior en su habitación. Ya lo arreglaría todo en cuanto volviese. Una vez listo, emprendió su camino hacia el Área de Extracción, donde se encontró a sus compañeros de lo que iba a ser una Incursión algo anómala.

—Buenos días— dijo al aire, no demasiado interesado en entablar conversación ninguna dadas las horas y el decaído humor que tenía.

Los demás simplemente correspondieron al saludo mientras se preparaban, cada uno envuelto en sus propios pensamientos. Se trataba de un día importante, a la par que esperanzador para todos. Sin demorarse mucho más, emprendieron su camino en cuanto todos estuvieron listos, subiendo al elevador y, posteriormente, correr a un trote algo calmado hacia su destino.

Aún faltaban un par de horas para que anocheciera cuando los Inmunes dieron con la cueva de la incursión anterior, aquella en la que se hallaba la puerta del búnker.

—Bien chico, haz lo tuyo.

Horacio obedeció las órdenes de Armando, sacando el collar de su cuello para usarlo como llave y abrir así la pesada puerta.

Tanto Horacio como Volkov se mantuvieron como simples espectadores mientras sus compañeros lo analizaban todo con cautela, igual de incrédulos que ellos la noche que se toparon con el lugar.

—Joder se me está poniendo tiesa— rió Conway.

—¿A tu edad?— se burló el menor de todos, algo más animado— Creía que esas cosas ya no te pasaban.

—Eso díselo a tu puta madre, capullo.

—Además de viejo, necrofílico, no dejas de sorprenderme.

Armando no pudo evitar soltar una estruendosa carcajada ante el comentario del de cresta, quien también reía divertido.

—Te voy a meter una somanta de palos que te voy a hacer olvidar este puto búnker, anormal.

Horacio se limitó a reír mientras acomodaba sus cosas encima de una mesa. Habían llegado pronto al lugar, pero, aún así, no iban a poder regresar al Arca antes de que anocheciera, por lo que el menor sabía que iban a quedarse otra noche allí.

—Bueno yo ya tengo habitación escogida así que mataos entre vosotros.

♤♤♤

Conway no había podido resistirse al ver el amplio catálogo de bebidas que ofrecía el bar, así que, tal y como había ocurrido con los dos inmunes de la Incursión número dos, comenzaron a beber, uniéndoseles también sus otros dos compañeros, quienes también querían celebrar aquel descubrimiento, y aquello llevó a que el más veterano de todos quisiera demostrar su dominio en los juegos que habían allí, siendo los dardos los primeros.

—Incluso bebido tiene puntería el abuelo— dijo Horacio divertido, viendo de reojo cómo Armando asentía con una sonrisa, igual de bebido o más que el propio Conway.

El menor rió discretamente al verles, todavía tratando de ignorar al frío ruso, quien bebía nuevamente de su vodka. Incluso cuando el pelinegro propuso jugar por parejas al billar, Horacio hizo todo lo posible por huír de Volkov, intentando que su pareja en la partida no fuera su compañero de Incursión.

—Vale chico, ¿has jugado alguna vez?— preguntó Armando mientras le ponía la tiza en el taco. Ante la negativa del de cresta, continuó explicando— Bien, tienes que ponerte en esta posición, y darle a la bola blanca para mover las otras.

El menor observaba atento a cada una de las indicaciones, imitando sus acciones para corroborar que las había entendido, hasta que por fin lo tuvo todo claro y la partida dio comienzo.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora