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Aquella noche tampoco había dormido y sus cada vez más pronunciadas ojeras daban buena fe de aquello. Ni siquiera había comido. No tenía hambre, su cabeza estaba demasiado ocupada como para pensar en nada de aquello, y su cuerpo demasiado tenso como para aceptar nada sin echarlo de vuelta.

"En cuanto a ese chico, contrólenlo, o tendré que hacerlo yo" las palabras que el Gobernador le había dedicado a Conway en aquella reunión que el de cresta había presenciado cobraban un sentido distinto ahora. No se refería a él, o al menos no en su totalidad, sino a Gustabo.

La hora del veredicto del rubio se acercaba, y Horacio ya había aprendido a no fiarse de la palabra de otros, sino a buscar la verdad por si mismo. Por ello, no perdió el tiempo para meterse al conducto de ventilación y seguir el camino de la última vez hasta llegar al despacho del Gobernador. Sin embargo, su ceño se frunció en confusión al encontrarlo vacío.

Suspiró frustrado al darse cuenta entonces de que la reunión debía ser en otro lugar, y todavía debía encontrarlo mientras el tiempo se le echaba encima. Comenzó a gatear nuevamente, yendo de habitación en habitación de aquella planta hasta que, tras unos interminables minutos, logró captar la grave voz del Gobernador desde la distancia.

Con cuidado, siguió el sonido hasta dar con una sala de mayores dimensiones, en las que se encontraban tanto el Gobernador como los veteranos y un par de personas más sentadas alrededor de una mesa.

—Lo siento, pero no estoy de acuerdo— escuchó el firme tono de Conway.

—Sabe bien que la libertad que les doy es únicamente por su fidelidad, soy viejo, pero no tonto. Pasaré por alto el trato de favor que tenía usted con el señor García, a pesar de los problemas que ha dado ese chico por su culpa.

—Exactamente por eso, Gobernador— volvió a hablar el pelinegro, con un pequeño deje de frustración y hasta desesperación en su voz que Horacio fue capaz de captar— Ha sido por mi culpa. Yo he dado pie a sus paranoias, las mismas que le han llevado a acabar así. En todos mis años a su servicio nunca había cometido un error como este, y usted es consciente de ello, por ello le pido que me castigue a mi, no a él. No sería justo.

—La vida no es justa, Conway— respondió el mayor junto con una seca risa— Ya debería saberlo.

—Gustabo es útil, señor— la voz de Volkov resonó en los oídos del de cresta, quién apretó la mandíbula de forma inconsciente.

—Para ustedes todos son útiles. Repito, soy viejo, no tonto. La excusa de la utilidad no os va a servir toda la vida, hay gente que tiene que morir, y si esa gente es, además, delincuentes con más información de la cuenta, les prometo que no me temblará el pulso— el hombre se relajó en su silla mientras soltaba un breve suspiro— Por lo tanto, y sin más preámbulos, declaro a Gustabo García culpable en este caso, y mañana a primera hora será expulsado del Arca para que el viejo mundo acabe con él.

—¡No estoy de acuerdo!— volvió a decir Conway, levantándose de la silla.

—No me alce el tono, Conway, o tendré que tomar medidas contra usted también— tras decir aquello, procedió a levantarse también— Se cierra el caso, vuelvan a sus tareas.

El corazón de Horacio bombeaba con fuerza, notando su pulso en el cuello mientras su cuerpo temblaba por la ira y la impotencia contenida. Vio cómo el Gobernador y los otros hombres que iban con él abandonaban la sala y no quiso esperar ni un segundo más antes de comenzar a moverse él también hasta un par de habitaciones más lejos, donde vio seguro el poder bajar del conducto.

Con su pecho subiendo y bajando con rapidez por la pesada y errática respiración, se encaminó a la puerta de la sala para abrirla con fuerza y salir de ella. Apuró su paso por aquel pasillo, sin importarle la gente que le miraba extrañado, hasta que sus ojos dieron con su objetivo.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora