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Llegaron a la habitación del menor, donde Volkov cerró la puerta tras de si mientras Horacio comenzaba a dar vueltas como un león enjaulado.

—¿Qué te ha dicho?— la pregunta del ruso quedó en el aire mientras el de cresta comenzaba a mascullar cosas para si— Horacio.

El menor entonces dejó de caminar, soltando un gran suspiro mientras se cruzaba de brazos como si quisiera abrazarse a si mismo.

—¿Tú sabías también lo de mis padres?

Volkov vio cómo el chico bajaba la mirada al suelo. Podía notar que estaba furioso, sí, pero aquella pregunta no la había hecho con intención de enfrentarse al peligris, pues un aura de dolor se había instaurado a su alrededor.

—Leí los informes, sí.

—¿Y qué decían esos informes?

El más alto dejó salir un pequeño suspiro, encaminándose al sofá para acomodarse ante la conversación tan sensible que se avecinaba.

—Con el tiempo he aprendido a no creerme esos informes, Horacio.

—¿Qué decían?— al decirlo, el de cresta conectó la mirada por primera vez en lo que llevaban en la habitación con el ruso, quien se mantuvo en silencio por unos segundos.

—Que eran delincuentes— Horacio apretó la mandíbula— Tu padre era un ladrón, y tu madre su cómplice, mintieron en sus declaraciones para protegerse el uno al otro, y ambos fueron expulsados.

—¿Eso era todo lo que ponía?

—Sí, no daba muchos detalles, no es importante para el Arca. Solo necesitan una excusa para condenar a alguien, el resto da igual.

El menor asintió, dejando su mirada perdida en el suelo. La pena y el dolor empezaban a imponerse por sobre la ira. Descruzó los brazos y se dispuso a sentarse junto al Inmune, donde cogió aire, mentalizándose, para luego soltarlo lentamente bajo la atenta mirada de Volkov.

—Yo era pequeño. Tú te acordarás mejor, pero en aquella época había una pandemia, justo antes de que apareciese el primer Inmune. Los suministros escaseaban, y los medicamentos no llegaban para todos, así que hicieron un cribado. Yo caí enfermo, pero un niño de seis años no les era útil en el Arca, no les interesaba malgastar recursos en alguien como yo, así que me dejaron a mi suerte, dejaron que muriera— Volkov apoyó una de sus manos en la rodilla del menor, sabiendo por experiencia propia lo difícil que era todo aquello— Recuerdo que mis padres lo intentaron todo, tenían trabajos regulares que podía hacer cualquiera, no eran relevantes, pero aún así lo intentaron, hasta que no les quedó más opción: mi padre se coló en el Área Médica para conseguirme antibióticos, con la ayuda de mi madre, por mucho que él intentara excluírla del plan para que no le pasara nada. Al final consiguieron los medicamentos y me los dieron, gracias a eso sobreviví, pero ellos no.

—¿Cómo supieron que lo habían hecho?

—Con todo el revuelo de la criba fabricaron cámaras para evitar los robos, nadie lo sabía. Debieron hacer recuento al día siguiente y se encontraron con que faltaban cosas, así que revisaron las cámaras, el resto ya lo sabes.

—Horacio, lo siento mucho.

—No lo sientas, tú no tienes la culpa— dijo recostándose en el sofá, volviendo a mirar a su compañero— Así funcionan las cosas aquí.

—¿De esto fue de lo que te habló el Gobernador?

—Algo así, ese hijo de puta intentó explicarme que todas esas muertes son justificadas, que se trata de personas irresponsables y egoístas y hay que velar por el bien común del Arca por encima de la moral y bla bla bla... Estupideces de hipócritas con poder.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora