Pizza

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✓Revisada

El domingo por la mañana Camila llamó a su médico, quería que revisara su pie, ya que el dolor había aumentado durante la noche y tenía miedo de que el daño hubiera sido mayor. Avisó a sus padres y más tarde el doctor la revisó, al parecer sólo era un esguince, así que le recomendó algunas pastillas para reducir la inflamación y el dolor.

Trató de llamar a Momo, pero no contestaba. Quería que le ayudara con algunas cosas, ya que no podía caminar bien, pero maginó que tal vez seguía durmiendo, después de desvelarse la noche anterior.

Bajó a la sala con mucho cuidado, viviría temporalmente en la planta baja de su casa para no tener que estar subiendo y bajando por las escaleras, tampoco iría a la escuela un par de días, le habían indicado reposo por algunos días, pero al estar sola no podría hacerlo. Ella de verdad esperaba que su madre le diría que regresaría, aunque fuese unos días, para cuidarla pero, en vez de eso, se limitó a decir "Busca alguna enfermera por internet y carga su pago a la tarjeta de crédito." Bastante patético su desempeño como figura materna.

Cómo Yaoyorozu seguía sin responder sus llamadas, le escribió un mensaje de texto explicándole su situación, aunque no quería hacerse más falsas esperanzas.

Más tarde, mientras estaba recostada en el sofá viendo la televisión, recibió un mensaje de texto de un número desconocido.  "Soy Momo. No puedo verte ni ir a tu casa, mis padres me castigaron por llegar tarde anoche. También me quitaron mi teléfono, éste número es de una de mis empleadas, te veré el lunes." Decía. Ella le respondió. "No iré a la escuela por algunos días, ayer me lastimé el pie, pero estoy bien."

Pocos segundos después, recibió respuesta. "No puedo ir a verte. Si necesitas algo, escríbeme por aquí y te enviaré lo que necesites con alguna de mis empleadas. De verdad lo siento." Respondió Momo.

Camila no respondió más. No quería que su amiga se metiera en más problemas y menos por su culpa. Momo le había contado que sus padres a veces eran muy severos con ella, así que no le pareció extraño que la castigaran cuando seguramente había hecho menos cosas malas en su vida que las que ella misma había hecho en una noche. Cómo sea, ahora tenía que arreglarselas sola, otra vez.

Sobrevivió ese día pidiendo comida a domicilio y al día siguiente hizo lo mismo.

El aburrimiento la estaba matando por no poder hacer nada, además de estar incomunicada con su única amiga. Llegó el punto en el que sintió hastío de usar el celular y la computadora, aunque la televisión la mantenía encendida en un canal aleatorio sólo para no sentirse sola.  Las viejas costumbres nunca se olvidan.

Cuando la señorita Anan le dijo que tenía una llamada de los padres de Camila, Shota casi escupe el café que estaba bebiendo. La conciencia le jugó una muy mala pasada. Para su tranquilidad, su madre quería justificar las inasistencias de la chica, la razón, se había roto una pierna y no podía caminar. Ésto lo alarmó de inmediato, estaba preocupado por ella, más si se suponía que sus padres estaban de viaje. ¿Estaría ella bien sola? ¿Qué pasaba si se lastimaba? ¿Quién le ayudaría? Tenía ciertas inquietudes que no podía calmar. Durante toda la mañana se estuvo debatiendo en si debería ir a visitarla y asegurarse de que estaba bien o no, temía que ella simplemente no lo dejara pasar por la molestia que sentía hacia él.

Al final, la incertidumbre pudo más que su miedo, así que decidió ir.

Por la tarde, Camila escuchó el timbre de la puerta, se levantó y caminó hacia ella lo más rápido que su tobillo se lo permitía para recibir la pizza que estaba esperando. Al abrir, ahí estaba, pero el repartidor ya se había ido y el que la sostenía era Shota.

-¿Qué haces aquí?- preguntó demostrando el desagrado en su rostro por la presencia del pelinegro.

-Reparto pizzas medio tiempo para vivir. El salario como director no es suficiente.- Trató de bromear, pero el semblante de la chica no cambió.

-Dame eso.- dijo la castaña, arrebatandole la comida de las manos. Para su mala suerte, no se podía mover tan rápido, por lo que Aizawa logró entrar antes de que ella cerrara la puerta.

-Sé que no quieres verme, pero tienes que escucharme.- pidió, cerrando la puerta detrás suyo.

Camila suspiró y caminó hacia la sala. Sabía que no podía deshacerse de él, al menos no en su condición actual.

-Tus padres llamaron a la escuela. Me dijeron que te había roto una pierna.- explicó Shota.

"Vaya que me ponen atención". Pensó la chica, recordando la llamada con su madre. -Sólo me doblé el tobillo, no es gran cosa.- explicó de mala gana, mientras se sentaba en el sofá y abría la caja con la comida.

Aizawa se sentó en un asiento frente a ella. -Ya veo...- comentó, después hubo un incómodo silencio.

-Si sólo veniste para decir eso, ya puedes irte.- dijo Camila y dió después una mordida a una rebanada de pizza.

-Sabes que no vine solo por eso.- respondió Shota, se aclaró la garganta y continuó -¿Sigues molesta por lo que dije?-

-¿Debería seguir molesta?- le cuestionó levantando una ceja y siguió comiendo.

-Tendrías todo el derecho.- dijo cabizbajo. -Pero tienes que saber que no era mi intención decir eso.-

Después de todo el tiempo que había pasado, parecía que el enojo de Camila hacía Shota se había enfriado. Momo llevaba diciéndole todo ese tiempo que estaba exagerando y tal vez tenía razón.

-No tienes que disculparte por decir lo que piensas.- le dijo.

-Pero es que no...-

-Basta.- ordenó la chica. -Olvídalo, ¿está bien? Hagamos como que no pasó nada.- dijo con una media sonrisa en el rostro.

-¿De verdad?- preguntó él, bastante sorprendido. Habían pasado semanas y, por la forma de ser de la chica, le parecía demasiado fácil la manera en la que lo perdonó.

-Si.- dijo extendiendo la caja hacia él, a modo de ofrecer un trozo de pizza y él negó con la mano. -Aunque olvídate de cualquier tipo de relación conmigo.-

-No esperaba otra cosa de ti.- respondió Shota con una pequeña sonrisa de satisfacción. Esa chica definitivamente lo volvía loco. -Dime, ¿Quién te está cuidando?- preguntó para dejar el tema por la paz.

-Puesh yo.- dijo mientras masticaba.

-¿Qué hay de tus padres?- A Shota le causaba curiosidad ese tema. Se preguntaba por qué la chica tenía tanta "libertad". Ningún padre medianamente responsable descuidaría de ese modo a su hija.

-De viaje.- respondió haciendo una mueca. -Siempre están de viaje.- musitó. Su semblante se tornó triste.

El pelinegro no pudo evitar sentirse mal por ella. Era la primera vez que se mostraba aunque fuese ligeramente frágil ante él. -¿Te parece bien si vengo mañana después de la escuela?- propuso.

-¿Por?- preguntó, regresando a su papel de mujer fuerte.

-Para ayudarte en lo que necesites.-

-Puedo hacerlo sola.- le dijo y tomó otra rebanada de pizza. No permitiría que él sintiera lástima por ella.

-De todas formas vendré.- dijo Aizawa esbozando una pequeña sonrisa  y se levantó de su asiento.

-¿Para qué? Ya te dije que puedo sola.- se quejó la chica.

El pelinegro se inclinó de pronto hacia ella, quién sintió de inmediato un escalofrío recorrer todo su cuerpo y se sonrojó ligeramente. Shota estaba demasiado cerca, con su respiración recorriendo su rostro.

-Deja que tú profesor te dé clases éstos días que no irás a la escuela.- respondió en un susurro y le dió una mordida a la rebanada que ella tenía en la mano. Seguido de esto, se reincorporó. -Nos vemos mañana.- dijo en forma de despedida y salió por la puerta.

Camila se quedó petrificada observando a Shota salir de su casa. Por mucho que lo negara, el tipo aún tenía cierta influencia sobre ella. Cada vez que lo veía, parecía que el pelinegro podría hacer lo que quisiese con ella y estaba molesta por ello. Definitivamente tenía que ponerle un alto, antes de que las cosas salieran peor de lo que ya iban.

FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora