Vamos

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REVISADO

El sábado por la mañana Shota despertó bastante adolorido, no sabía si era por el incómodo sofá en el que durmió, o por la cantidad de actividad física que tuvo con Camila la noche anterior. Se levantó para sentarse en el sofá y giró su mirada hacia ella, aún estaba dormida, recostada en el mismo sofá, en ese momento la veía tan  hermosa, aún con su cabellera despeinada y los ojos ligeramente hinchados. Se veía tan tranquila que le transmitía esa misma paz. Pasó su mano para acariciar el cabello de la chica y ésta despertó al sentir el toque.

Shota esbozó una sonrisa. —Buenos días.— saludó con voz ronca.

Camila sonrió aún con los ojos cerrados y dió un largo suspiro. —Buenos días.— Le sorprendió un poco saber que Aizawa se había quedado a dormir ahí, pero se sentía bastante cómoda con su presencia, a pesar de ser algo a lo que no estaba acostumbrada. Poco a poco abrió los ojos y pudo observar con atención aquellos profundos ojos negros de apariencia cansada, esa barba sin afeitar y esos delgados labios que le provocaban querer besarlos, todo eso en una armoniosa combinación que lo hacían lucir bastante atractivo, casi irresistible.

El pelinegro se inclinó hacia ella y depositó un beso en sus labios, beso que ella correspondió de inmediato y terminó con ellos conectando sus miradas, comunicando la satisfacción que habían gozado.

—¿Qué harás hoy?— preguntó Camila, quién ya estaba un poco más consciente.

—No tengo planes.— respondió Shota, recostándose en el sofá y pasando su brazo bajo la cabeza de la chica.

—Quédate.— dijo ella con una risilla.

Shota lo pensó por un momento. Realmente no había nada que le impidiera quedarse ese día. —¿Qué hay de tus padres? ¿Cuándo regresan?— preguntó.

—El martes.—respondió. —Aunque sólo estarán unos días y se volverán a ir.— añadió con un ligero tono de tristeza.

—¿Tienes planes para mañana?— preguntó el mayor.

—No es como que pueda hacer muchas cosas. Mi tobillo no me lo permitiría.— respondió con sarcasmo.

—Salgamos.— dijo de pronto.

—¿Eh?— la chica giró su cabeza, aún recostada sobre el pecho del mayor, para  asegurarse de que se trataba de una broma.

—Te llevaré fuera de la ciudad. Estaremos fuera hoy y mañana.— dijo él. La chica aún creía que se trataba de una broma, pero él hablaba muy enserio.

—Estás loco.— dijo ella riéndose.

—¿Tu crees?— le dijo Shota con una sonrisa, después besó su frente. —Vamos.— insistió.

—¿A dónde quieres llevarme?— preguntó bastante interesada.

—Es un secreto, pero te necesitas llevar ropa cómoda.— respondió el.

—Esto parece un deja vu— se quejó y giró los ojos, recordando cuando Shota la llevó a su casa.

Él se rió y respondió —Para nada.— tomó su mano. —¿Entonces aceptas?—

Camila aún no muy convencida asintió con la cabeza, aceptando la invitación del pelinegro. Fue así cómo ambos se dignaron en levantarse, tomar un baño y vestirse.

Al salir, Shota ayudó a la chica a subir a su auto de el lado del copiloto, subió el también del otro lado y emprendieron el viaje.

Por más que ella le hacía preguntas al mayor, éste se negaba a revelar a dónde iban. El viaje fue de unas dos horas, que transcurrieron entre conversaciones superficiales y algunos comentarios acerca de lo que iban observando a lo largo del recorrido. Le gustaba la compañía de Shota y él también disfrutaba de la suya.

FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora