Verdades Incómodas

2.7K 226 19
                                    

REVISADO

Sus labios se separaron. -Ya no puedo con esto.- musitó ella, manteniendo sus ojos cerrados y posó su cabeza sobre el hombro del pelinegro. Tenía miedo de mirarlo, porque se volvería aún más débil hacia él.

Shota besó su frente y lentamente fue depositando pequeños besos a lo largo de su rostro, hasta llegar a su cuello, dónde la respiración de ambos comenzaba a agitarse.

-Sho... Shota...- trataba torpemente de hablar.

El pelinegro la sujetó firme de la cintura y la acercó más a él, mientras ella rodeaba su cuello con sus brazos, como si no quisieran que hubiese ni un sólo centímetro de distancia entre ellos. Él metió hábilmente sus manos por debajo de la blusa de Camila, acariciando así su espalda, provocándole un travieso cosquilleo, que hacía que su respiración se agitara aún más.

-Shota... Por favor...- decía al mismo tiempo en que su cuerpo se estremecía y rogaba para que él continuara.

Aizawa la besó en los labios. Sus manos seguían inquietas, recorriendo la parte superior del cuerpo de la chica, quién parecía tener un debate interno, correspondiendo a ratos y luego alejándose ligeramente, aunque enseguida volvía a besarlo, como si una especie de magnetismo le hiciera imposible alejarse.

-Sho...- trataba de llamarlo con la voz ahogada.

-¿Qué pasa?- preguntó él con una voz ronca, mientras continuaba depositando pequeños besos en su cuello.

-Para... Por favor...- le pidió ella, estirando sus brazos hacia el frente para mantener la distancia.

Él se detuvo. No quería que ella se sintiera mal, no otra vez.

-Será mejor que te vayas.- dijo ella sin dirigirle la mirada. Tal y como pensaba, era demasiado débil.

Aizawa se quedó estático un momento. Quería preguntarle si era eso lo que realmente quería, pero no tuvo el valor, tampoco quería hacerla sentir peor.

-Si es lo que quieres...

-Sabes que no es lo que quiero.- lo interrumpió con voz temblorosa. -Pero ambos tenemos que entender que estamos mejor sin el otro.- hizo una pausa y se armó de valor para mirar al pelinegro a los ojos. -Nos hacemos daño, Shota.-

-Eso no es cierto. Piénsalo bien. Cuando estamos juntos está todo bien.- trató de explicarle cómo él veía las cosas. -El problema desde un inicio fue querer estar separados. Por eso se complicaron las cosas.-

Él tenía razón, pero al mismo tiempo estaba equivocado. Al menos así lo veía Camila. -¡Es que nada de eso importa! Shota, entiende de una vez.- le respondió bastante molesta. -No hay futuro para nosotros. Ni siquiera hubo nada en el pasado. Todo se fue al carajo cuando decidiste juzgarme en vez de hablar conmigo.- el llanto regresó, pero ella tenía la esperanza de que fuese el último. -Se acabó. Por favor, vete de mi casa.- me dijo fríamente, señalando hacia la puerta, sin dirigirle la mirada.

Aizawa finalmente desistió.

-Cuando estés lista, búscame, llámame o invócame, si quieres. Estaré esperando.- le dijo, se giró lentamente para después caminar hacia la puerta, con la esperanza de que ella le dijera que regresara, pero no fue así. Finalmente, atravesó el marco de la puerta y salió de ahí con el corazón roto, sin rumbo y decepcionado por no haber cumplido sus propias expectativas. Había sobre estimado el poder de el amor.

Camila se lanzó al sofá con la mirada perdida. En su mente había un millón de pensamientos y a la vez ninguno. Ya no sentía nada, más que un enorme vacío que no le permitía identificar cómo se sentía. Justamente eso, estaba vacía, seca, después de tanto llorar. Estaba exhausta, pero aún necesitaba hacer una última cosa. No podía darse el lujo de ceder ante Shota y eso tenía una solución.

FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora