Capitulo 6: Mi hermana y el extraño

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Apenas entre a la casa noté algo raro, y era que olía a él, por todas partes, Miguel Ángel estaba dentro de la casa. Dudé un segundo y me balance en las puntas de mis pies, de un lado a otro, suavemente. Me negué a huir de nuevo y caminé hasta la cocina, no me equivoque, ahí estaban los dos, desayunando y hablando con cierta tranquilidad.

—Mitsuko —dije haciéndome la sorprendida, ambos me miraron y noté la mirada expectante en ella, quería ver mi reacción.

—¿Ella es tu hermana? —le preguntó él sin dejar de observarme—, ¿es de quién me hablaste?

Por primera vez lo vi, no a él inconsciente y lleno de sangre. Vi al hombre delante de mí, alto, fuerte,  de cabello negro que rozaba sus hombros y ojos azules. Cuando levantó una mano y la arrastró por su cabello para alejarlo de sus ojos un poco, lo miré solo un segundo más,  luego observe a mi hermana, esos ojos azules me atraían demasiado.

—Sí, ella es —dijo Mitsuko suavemente, se puso de pie—, pero siéntate —pidió, me quité el bolso— te prepararé el desayuno—. Tuve ganas de reír pero me contuve.

Miré al tipo de nuevo.

—¿Qué es esto? —pregunté más a ella que a él, se detuvo un segundo pero luego continuó.

—Deja que yo te lo explique —dijo él, su voz era firme y segura me hicieron mirarlo enseguida—. Sucede que hace una semana tuve un... accidente—. Alcé una ceja ante su duda pero continuó—. Y por casualidades de la vida tu hermana pasaba por ahí.

—Ella pasaba por ahí —repetí y la miré, ella no me observó, siguió dándome la espalda.

—Para mi suerte, ya que estaba muy herido—. Miré a Miguel Ángel, él hablaba con cierta elegancia, pronunciaba las palabras perfectamente—. Me trajo a su casa y me permitió quedarme en ese cuarto de atrás.

—¿Te permitió? —pregunté.

—También me ayudo, me curo y atendió como casi nadie lo ha hecho—. Ahí ella me miró y me sirvió mi desayuno. No sabía si lo que veía en sus ojos era diversión o vergüenza, pero no arrepentimiento, volví a mirar a Miguel Ángel.

—No sabía que mi hermana era tan buena —le dije a él. Asintió suavemente con su cabeza.

—Lo es —dijo con convicción—, ayudarme una semana completa es sorprendente, y estar ahí conmigo cuando desperté aún más—. La miró, si hubiera tenido tenedor en mi mano probablemente se lo hubiera lanzado a la cabeza al ver la forma en que la observaba— y en verdad se lo agradezco, hallaré el modo de pagárselo.

—Claro —dije yo y observé mi desayuno, ambos me miraron así que levanté mi vista solo para mirarla a ella—, las buenas obras debes ser recompensadas— sonreí— todos recibimos lo justo por nuestras acciones—. Ella arrugó su frente.

—Incluso ella— continuó él y lo miré— y espero que no te moleste, me permitió quedarme aquí otra semana para que me recupere sea completa—. Me congelé, no podía ser verdad, una semana de eso, la miró.

—Una semana —repetí.

—Solo si no te molesta —dijo ella como si siempre me preguntara las cosas antes de hacerlas.

—¿Cómo podría? —le dije—, has sido muy amable—lo mire a él —solo habría que tener cuidado con los vecinos para que no se formen habladurías.

—Claro que sí—dijo él —agradezco que lo permitas—. Me reí sin humor y me puse de pie.

—No es necesario que agradezcas, esta es su casa también, no necesita de mi permiso para nada—. Mire alrededor—. Si me disculpan no he dormido y quiero hacerlo—. Sin más salí del lugar y subí las escaleras, la sentí seguirme hasta nuestro cuarto.

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora