Capitulo 34: La lucha ha comenzado.

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—No debiste salir sola —me gruñó Felipe por doceava vez.

—Lo sé —murmuré y afirme la bolsa de hielo contra mi mejilla.

Joey observó fuera de la casa, sumido en sus pensamientos.

—¿Eso fue todo lo que te dijo? —murmuró él.

—Sí —aseguré.

Ya era de noche y luego de relatarles a ambos lo que el hombre me había dicho, habíamos decidió quedarnos en esa casa.

—Debemos prepararnos —dijo Felipe—, si según él te dio otra oportunidad, vendrá por nosotros.

Asentí y lo observé caminar alrededor.

—¿Le creíste? —preguntó Joey.

—No sé si creerle o no —murmuré.

Me observó enseguida.

—Ellos usaran cualquier excusa para sobrevivir—. Asentí enseguida, cuando Joey estaba así había que tomarlo muy en serio —. Y eso no cambia nada.

—No —murmuré.

No lo hacía, él había matado y por eso debía morir, si es que no lográbamos atraparlo.

Suspiré y cerré los ojos.

Felipe regresó cargando dos bolsos.

—La casa primero, luego alrededor —dijo. Joey, ambos asentimos.

Pasamos una hora trabajando  cuando acabamos, nos sentamos en la cocina a esperar. Minutos después oírnos ruidos en el segundo piso, los tres nos movimos hacia el lugar, armados y listos.

Felipe fue primero. Así cada vez que no oía nada nos decía que podíamos movernos. Recorrimos el piso pero no hayamos nada.

—¿Creen que en verdad venga a la casa?

—Sí, lo creen —dijo una voz a mi lado y me congelé.

Cuando me giré a ver Amadeus le había quitado la escopeta a Joey y lo había lanzado contra una pared. Felipe se arrojó contra él y lo golpeo en el rostro repetidas veces, hasta que el hombre detuvo su brazo y lo dobló dolorosamente, mi amigo no se quejó. Solo intentó golpearlo con su otra mano.

En ese segundo me lance contra él y agarré su mano, usando mi codo lo golpe en le cara logrando que soltara a Felipe, pero cambio su objetivo y me agarró de cuello en una llave firme. Me estaba ahogando.

Joey y Felipe se detuvieron delante de mi, tensos.

—Que fácil sería romper su cuello —murmuró y apretó más todavía. Me quejé por la falta de aire e intenté golpearlo con mis codos. Él me afirmó de la cintura, apresando mis brazos a cada lado y me alzo del suelo.

La sensación de ahogo se hizo peor. Sentía que me estaba poniendo azul.

—Déjala —gruñó Felipe.

—¿Por qué debería? —preguntó Amadeus.

Cerré los ojos e intenté respirar.

—He asesinado a decenas de cazadores, una mas no significa nada.

Escuché pasos y la presión en mi brazo aumento. Apenas podía jadear, ya no tenía aire y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

Cuando noté que me desmayaría retome mi lucha con mis manos y piernas, golpeándolo, solo que no funciono.

—Sabes dónde encontrarme —susurró él—, tienes hasta el amanecer.

Con eso abrí los ojos, y lo último que vi, fue a Joey y Felipe, lanzándome hacia mi.

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora