Capitulo 21: Decir la verdad no duele.

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Observé el único vestido que tenía y me lo puse, y luego de dejar mi cabello suelto y terminar de arreglarme me observé en el espejo.

Pensé enseguida en mi hermana y sus palabras.

Ellos desean que seas tú, incluso él lo quiere.

Negué con mi cabeza.

Ella no sabía lo que decía, y ni siquiera yo lo entendía a decir verdad.

Luego de tomar un abrigo salí de mi departamento y choque con Joey.

—Oye —se quejó él y dio un paso atrás, lo miré con la frente arrugada y me toque la nariz.

—Oye tú —me quejé.

Alcé una ceja al ver que me observaba de pies a cabeza, sonrió y alzó una ceja como yo.

—¿Qué, una cita?—. Me cruce de brazos.

—¿Y eso a ti que te importa?

—Pues me importa porque no es conmigo—. Me reí de su expresión y de su broma—. Mira que tú eres la única chica aquí y no hay más de donde elegir—. Lo golee en su brazo—. Auch—soltó—. Chica violenta.

—Es mejor que pienses que no hay de donde elegir, esta chica no está disponible para nadie—. Me miró divertido.

—Sí, claro —entrecerré los ojos.

—¿Qué quieres decir?—. Negó enseguida y ambos observamos hacia el departamento de Felipe, él apareció y arrugó su frente al verme.

—Adivina—. Dijo Joey y pasó un brazo por mis hombros atrayéndome más cerca de él—. Vamos a tener una cita.

Felipe alzo una ceja y pasó por nuestro lado sin decir nada más, excepto.

—Que lo pasen bien—. Lo miré con la boca abierta.

—Vez —susurró el chico a mi lado—, no soy el único que piensa que estas disponible.

Con eso se alejó y entró en su departamento. Suspiré.

—Lo que me faltaba —murmuré y me puse en camino.

Me detuve frente a la casa de los padres de Max apenas vi tres automóviles estacionados. Suspiré.

Ya todos estaban allí.

Me quejé.

¿Qué estoy haciendo?, pensé.

Yo no tenía nada que hacer allí, absolutamente nada. Puede que Loreto fuera mi amiga, o que incluso Miguel Ángel fuera mi maestro, pero nada más. No podía aparecer allí como si fuera parte de esa familia.

Volví a suspirar.

—Si sigues suspirando —dijeron detrás de mi, me congelé—, terminaras con el oxígenos de este pueblo.

Lentamente me giré para ver a Matías justo a un paso de mi. Me sonrojé enseguida.

—Yo...—no supe que decir, él solo me observó, y divertido noté.

—¿Vas a pasar?—. Apuntó la casa.

—Mm —dudé —yo...

—Sí, ya dejamos claro que eres tú—. Esperó hasta que me reí de mi torpeza, ese hombre era intimidante, pero no de mala manera.

—No creo que deba estar aquí —murmuré.

Me observó con más curioso todavía.

—¿Por qué dices eso? —murmuró de vuelta.

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora