Capitulo 38: La boda de mi mejor amiga.

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Pasamos gran parte de la noche hablando, Felipe me contó sobre sus padres, sus amigos, su escuela y demás. También le hablé sobre mi, sobre mi hermana y mi padre, sobre mi hermana pequeña y mi escuela, incluso le conté sobre mi deseo de viajar por el mundo, claro, por simple placer.

Cuando bostece Felipe decidió regresar a su departamento, le dije que no era necesario, que se quedara a dormir. Sonrió un poco y ambos nos recostamos en mi cama. Caí dormida luego de eso.

Mucho después, unas voces me despertaron.

Mi cerebro aún estaba medio inconsciente así que no logré captar lo que pasaba.

—Se le tuvo que haber olvidado —dijo alguien.

—¿Estás segura que regreso? —pregunto otra.

—Sí, Max la vio ayer y me lo dijo.

—A lo mejor aún está dormida.

—Lo más probable.

Me levanté y apoye mi mano sobre algo blando para ver hacia  mi puerta. Algo se quejó bajo mío y observé que había apoyado mi mano sobre el estómago de Felipe que estaba despertando, él se estiro y bostezo antes de mirarme y sonreír.

Luego arrugo su frente.

—¿Quien...—alcanzo a decir cuando abrieron mi puerta.

Miré en la dirección y mis ojos se abrieron como platos al ver a Esmeralda, la madre de Miguel Ángel, allí.

Ella jadeo al vernos y se sonrojó. Dio un paso hacia atrás.

—Yo... lo siento... no sabía...

—¿Qué pasa? —preguntaron y Loreto apareció detrás de ella.

Ella abrió los ojos al vernos y cuando sentí que Felipe se levantaba quité mi mano lentamente.

—Esperaremos fuera —dijo Loreto y cerró la puerta, la vi sonreír y arrugue mi frente.

Felipe alzó una ceja y yo me reí, volteo sus ojos.

Luego ambos nos pusimos de pie.

—¿Quiénes son? —susurró.

—Loreto—. Asintió al saber quién era—. Y Esmeralda, la madre de su novio.

—Ya veo, ¿siempre entran a tu casa así?—. Se detuvo a mi lado y me sonrió.

—Nunca dejo la puerta cerrada.

—Sí, me di cuenta de eso anoche—. Negó con su cabeza.

—¿Qué?, esto es La Frontera. Se supone que estoy más segura aquí, ¿no?

Gruñó y me reí.

—Bien, por lo menos sabemos que nadie le robaría a un cazador.

Con eso abrió la puerta y salió, lo seguí.

Esmeralda y Loreto estaban cuchicheando cerca de una ventana. Al vernos dejaron de susurrar y nos miraron, Loreto sonrió.

—Con permiso —dijo Felipe y lo acompañé hasta la puerta.

Él la abrió y me miró, me observó un segundo antes de sonreír como si estuviera pensando en una travesura. La hizo cuando se agachó y me besó como si nada.

Lo oí reír todo el camino a su departamento.

—Así que...—dijo Loreto, la miré y cerré mi boca.

—¿Ah? —pregunté, observe a Esmeralda que tenía la frente fruncida.

—¿Quién es tu novio?

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora