Capitulo 12: Todos nos debemos ir.

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Cuando Max regresó me fui a mi cuarto para que estuviera a solas con mi amiga. En mi habitación solo me senté en la cama hasta que se hizo demasiado tarde, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado hace pocas horas. Le di vueltas y vueltas  a los últimos acontecimientos, solo me quede dormida cuando me di cuenta de que ya nada era como creía.

Solo fue por suerte que oí el despertador ya en la mañana, me levante enseguida, fui la única en hacerlo, comí un desayuno rápido y salí a trabajar.

Pero los acontecimientos anteriores me perseguían, no podía concentrarme bien, o podía dejar de pensar en lo que acababa de descubrir. Y cada vez que la puerta del restaurant se abría esperaba que no fuera un cliente, mi cabeza no estaba para atender a nadie. Suspiré tranquila cuando acabo mi turno y partí a casa, cuando llegué me sorprendí al ver a Loreto allí con Max.

—¿Qué paso? —pregunté preocupada.

—Hemos decidido partir antes —dijo ella.

—Ya veo —murmuré y me senté a su lado.

Eso sí que debe ser amor, pensé, y yo ni siquiera había tenido tiempo de buscar otro lugar.

—El lugar al cual vamos —dijo Max, lo miré—, es una fortaleza enorme, con casas dentro de ella, un lugar protegido con magia antigua.

—Ya nada me sorprende —murmuré.

—En este lugar Loreto estará muy segura, es mi hogar y ningún "monstruo" puede entrar.

Asentí.

—Me alegra que sea así —la miré—. Estarás bien en ese lugar—. Ella asintió.

—Pero nosotros queremos que nos acompañes—. Me congelé.

—¿Qué? —pregunté.

—Yamiko, debes ir con nosotros —dijo ella.

—Pero, ¿para qué?—. ¿Qué iba yo hacer en un lugar así?

—Te defendiste de un vampiro —dijo Max—, no caíste en su hechizo y lo rachaste, le rompiste la muñeca.

—Solo... solo fue algo que pasó, ¿qué tiene que ver?—. Él  suspiró.

—Sabes lo que soy —miró a Loreto—, sé que te lo dijo—. Ella se sonrojó.

—Lo siento.

—Está bien, es tu amiga, no me molesta —me miró—, el punto es que creo que tú eres una cazadora.

—¡¿Qué?! —dijimos ambas.

—Es extraño —murmuró él—, no muchos nacen fuera del círculo, de nuestro hogar, pero pasa y al parecer tú lo eres.

—Eso es... —comencé.

—...increíble —terminó Loreto.

—Por eso quiero que vengas con nosotros, el concejo, quienes nos rigen, deben verte.

—Pero, ¿y si te equivocas?, no puedo irme sin más...—negó con su cabeza enseguida.

—No me equivoco —dijo con firmeza, me miró—, sé que lo eres, no como yo, esa parte en ti esta por despertar, y cuando lo haga, necesitaras un guía.

—¿Qué pasa si no lo tengo? —pregunté tensa.

—El poder se desarrollara de mala manera, nublara tus sentidos, te volverás una de nuestros enemigos.

—Oh, Dios —dijo Loreto, asentí.

—Así que no tengo salida, debo ir.

—Lo lamento, pero sí, es lo mejor.

Lo observé varios segundos, Max se veía tenso, incluso su rostro lo estaba. Mire a mi amiga que nos observaba de ida y vuelta sin parar.

Así como así, pensé, ¿no tengo otra salida? Suspiré y puse mis manos sobre mis rodillas, las observe mientras intentaba tomar una decisión, solo que no había una, en lo único que podía pensar era que debía ir, algo dentro de mí me decía que tenía que ir.

—Iré entonces —suspiré, Max asintió.

—Deben preparar sus cosas, partiremos pronto.

—Claro —murmuré y los dejé solos.

Me encerré en mi cuarto. ¿Qué iba hacer?, tenía miedo de ir, de lo que estas personas dijeran, de todo. En que me había metido y cómo iba a salir. ¿Qué pasaría si Max tenía razón?, o peor, ¿qué pasaría conmigo si no era así?

Luego de unos segundos me levanté molesta por todo y tomé una maleta, metí mi ropa en ella. Más bien la arrojé dentro. Como no tenía casi nada todo cayó en una sola. Al acabar me acosté y me quede dormida justo antes de que amaneciera.

Me despertaron unos golpes en mi puerta, miré alrededor, era muy tarde.

—¿Quién es?—dije mientras me sentaba.

—Yo— Loreto.

—Espera —dije y le abrí la puerta.

—Hola, ¿cómo estás?—. Suspiré y me senté en la cama.

—Cansada—. Revolví mi cabello corto—. Además me quede dormida.

—No te preocupes por eso —la miré—, hablé con el viejo y le dije que yo renunciaba.

—¿Y yo?

—Que estabas muy enferma, que no podrías ir a trabajar por un tiempo—. Me relajé.

—Gracias.

—Sé que no desea ir, pero creo que es lo mejor.

—Solo me parece demasiado extraño.

—Lo sé, pero qué es lo peor que te puede pasar—. Dude, habían muchas cosas.

—No lo sé —suspiré—, solo tengo que ir y averiguarlo.

—Max dice que puedes quedarte en su casa por un tiempo—. Hice una mueca.

—Voy a interrumpirlos, ustedes quieren estar solos, Loreto—. Negó con su cabeza.

—Eres mi amiga, quiero que estés ahí—. Miré por la ventana—. Además ya tome la decisión—. Al verla sonreí.

—No puedo negarme ¿cierto?—. Volvió a negar con su cabeza.

—Baja a comer, vamos a salir apenas él regresé.

Casi me quejé, tan pronto, fue lo único que pude pensar.

—Voy en seguida —murmuré.

Terminé de arreglar todo y bajé con mi maleta y una mochila, ella  también tenía todo listo.

Luego de comer llamé a mi hermana Estrella y le dije que me iría de viaje un tiempo, me preguntó por Mitsuko y solo le dije que tenía que estar divirtiéndose por ahí.

Loreto dejó la casa encargada a una señora conocida y apenas Max llegó en un auto nos fuimos.

—¿Qué tan lejos está? —pregunté, estaba sentada detrás y los dos adelante.

—Varias horas hacia el sur, en medio de un bosque—. Asentí.

Que bien, pensé, que bien. 

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora