Capitulo 32: De regreso en La Frontera

4K 475 7
                                    

Cuando desperté en la mañana descubrí que la sábana estaba enredada en mis piernas y mi camiseta levantada.

Suspiré y me quejé como todas las mañanas que despertaba en una cama, ya había tenido el placer de dormir en el suelo, y extrañamente mi cuerpo se sentía menos cansado.

Cuando escuche ruidos desde un lado observé la puerta de la habitación, estaba abierta. Unos segundos después la puerta a un lado se abrió y el vapor salió del baño, cuando vi a Miguel Ángel salir solo envuelto en una toalla en su cadera y otra sobre su cabeza abrí los ojos más que sorprendida, luego me sonrojé al notar que estaba caminando hacia la habitación.

Como si nada apoyé mi cabeza contra la cama y me fingí dormida.

Él se movió por el lugar, probablemente cambiándose ropa. En un segundo dado recordé que solo estaba usando mi camiseta y que la sábana estaba enredada en mis piernas, por ende, mi trasero, muslos y espalda estaban a la vista.

Como lo escuche caminar más cerca de mi hice mi mejor interpretación de una mujer dormida, no resulto.

—Ey —dijo y lo sentí tocar mi brazo, que colgaba por el borde de la cama—, sé que estas despierta.

Suspiré y permanecí con los ojos cerrados.

—¿Estas vestido? —pregunté.

—Más que tú —contesto él y casi brinque para sentarme y taparme con mi camiseta.

Lo miré.

Se había puesto unos pantalones negros y una camisa azul oscura. Su cabello húmedo estaba ordenado hacia atrás.

—Vístete para que desayunemos—. Solo atiné a asentir.

Suspiré cuando me dejó sola y me dejé caer en la cama para quejarme.

Debí mirar por más tiempo, me reproche divertida.

—Entonces —le dije mientras desayunábamos, me miró—, ¿asistirás a la unión de tu hermano?

Asintió.

—Claro, estoy obligado a ir.

—¿Tu hermano te invito?

Él negó con su cabeza.

—Mi madre me dijo que si no aparecía me buscaría ella misma y me llevaría a La Frontera a rastras.

Me reí al oírle decir algo así.

—Puedo imaginar a tu madre haciendo algo así.

Suspiró.

—Miguel Ángel.

—Mm —murmuró.

—¿Cuándo fue la primera vez que Mitsuko se apareció aquí?

—La primera vez que la vi, querrás decir—. Asentí enseguida—. Fue dos meses después de dejar de ser tu maestro, y cuatro meses después la volví a ver.

Asentí y terminé mi café.

—Te preocupa —lo miré—, tu hermana te preocupa.

Arrugue mi frente antes de contestar.

—Sí —acepte al fin, pero no como él creía.

Yo solo buscaba a mi hermana para saber qué fue lo que hizo con Eduardo, en qué problemas se ha estado metiendo.

Cuando nos pusimos en marcha hacia La Frontera, él se encargó de conseguir otro casco para que no nos detuviera la policía. Luego de ponérselo se sentó tras de mi y me abrazo. Por un segundo no pude moverme, demasiado distracción.

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora