Capítulo 28

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Paseó un rato por Edo y recordó el concierto de Nakime, así que se dirigió al lugar y aunque la gente estaba reunida, ella no apareció.

Los rumores empezaron a hacerse presentes, eso no era normal.

Doma decidió curiosear a ver qué había pasado pero las personas afirmaron que ella no había llegado, lo cual les extrañó.

Pero a él no se le hacía muy extraño, seguro había ido a matar a alguien y éste terminó matándola a ella en defensa propia.

Eso le aterró bastante.

Salió del lugar para ver si lograba visualizarla pero luego se percató de una presencia conocida que no le quitaba la vista de encima.

Y no era uno, había otra luna creciente en el lugar, se trataban de Kokushibo y Hantengu, ambos lo estaban observando.

Doma se hizo el que no los vio y siguió su camino, pero en eso le fue bloqueado el paso, otro demonio se encontraba en el lugar.

Se trataba de Kaiyo.

—Doma, Doma, ¿Qué pasó?, no me digas que estás asustado —Kaiyo se reía mientras se preparaba para atacar—. Recuperar mi rango de quinta creciente me urge en este momento, así que prepárate.

—Él los mandó, ¿No? —Preguntó, observando detrás de él en cada lado a Hantengu y a Kokushibo.

—Vendrás con nosotros —Le habló Kokushibo, preparándose para atacar.

—¡Si logran atraparme! —Doma emprendió una carrera y las tres lunas se fueron detrás de él.

Sería difícil deshacerse de ellos si en el grupo estaban dos que le superaban en fuerza.

Intentó perderlos de vista pero no funcionaba, a Kokushibo nada se le escapaba y lograba encontrarlo con facilidad. Doma se trepó en los techos de los edificios y empezó a correr para ver si los perdía.

Escuchó pasos aproximarse detrás de él y volteó para ver de quiénes se trataban, eran Kaiyo y Hantengu, así que se arriesgó, sacó uno de sus abanicos y les lanzó un ataque con todas sus fuerzas, congelándolos al momento y cortándolos por la mitad.

Se sorprendió de ver que hasta pudo cortar a la tercera creciente sin problemas, no sabía si era porque se había confiado o si por el contrario, él era más fuerte que Hantengu. No lo sabía.

Siguió corriendo mientras escuchaba cómo le maldecían, no se dejaría atrapar por esos dos, no en ese momento y no en esa noche.

Observó el cielo con sorpresa, la luna imponente se volvía roja después de pasar por la oscuridad, un color semejante a la sangre, seguramente con un mal augurio de esos que no conocía, pero una cosa era segura, y esa era que estaba muerto.

Kokushibo aterrizó delante suyo, lo cual le hizo detenerse, no podría enfrentarlo, no estaba tan loco como para hacerlo, no por nada él era la primera creciente, y por una razón clara todos le temían.

—¿Ya terminaste de correr? —Le preguntó, apuntándole con la espada. Doma sólo se echó a reír, estaba nervioso y no sabía qué hacer.

—Koku, amigo, no vas a hacer esto, ¿O sí? —Doma intentó jugar con él pero Kokushibo lo miró con seriedad.

—Órdenes son órdenes, y yo no me venderé por una simple amistad, mi lealtad es más grande —Kokushibo le habló con firmeza y Doma ladeó con la cabeza, él sabía que esto se pondría bien difícil pero no se le ocurría una forma de evitarlo, estaba muerto, hasta aquí había llegado.

—¿Y a cuántos más habrás traicionado por tu... lealtad? —Hizo más énfasis en la última palabra y se dio cuenta de que lo hizo molestar, había hecho molestar a la primera creciente. Ahora sí estaba muerto, y qué digo muerto, mutilado y sepultado—. Sí hay alguien, ¿No? —Y Doma se echó a reír.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora