-¡Tío! ¿Podemos nadar un poco? ¡Tienes una piscina enorme! – Comento efusiva Ava.
-¡Claro! Vamos por los bañadores y nos metemos. – Respondí.
Tome a la pequeña de la mano y fuimos a la habitación para cambiarnos. Su hermano Michell nos siguió y James al último, los cuatro regresamos al primer piso ya cambiados, los niños sin precaución alguna corrieron y saltaron dentro de la alberca. Me sorprendí por su habilidad de desenvolverse dentro del agua.
-¿Cómo lidia tu hermano y tu cuñada con tanta energía?
James y yo visualizábamos a los niños desde una esquina de la alberca.
-Creo que debemos pedir la receta secreta.
Entre salpicones de agua, carreras de nado, juegos al fondo de la alberca y después de tres horas, decidimos que era hora de salir, porque se avecinaba la hora de la comida y era probable que no debían volver a entrar.
Con los niños subí a la habitación, les llené la bañera y les añadí burbujas para que descansaran los músculos de tanta diversión.
-¡Tía mira! – Ava se habia puesto burbuja en el cabello simulando un pino.
Michell no se había quedado atrás y la burbuja que le rodeaba el cabello parecía ser una replica de los años ochenta.
Aunque la casa no estaba equipada para menores, la servidumbre ayudó en proporcionar patitos de hule para que los niños no se aburrieran mientras se duchaban. Media hora más tarde ambos estaban saliendo de la bañera. James los miró divagar por la habitación visualizando y tocando todo a su paso, aquellos pequeños seres vestidos únicamente en batas de baño eran como inspectores preguntando por todo.
Comencé a desempacar sus pequeñas mochilas y buscar un atuendo adecuado. James me besó el cuello y me abrazó por la cintura.
-¿Qué te parece si la servidumbre ayuda a cambiar a los niños mientras nos duchamos y bajamos a comer?
Conocía aquel tono de voz.
-Señor Acker, no hemos convivido veinticuatro horas con sus sobrinos y ¿me esta pidiendo que los deje con la servidumbre?
-Exactamente señora Acker. – Me besó detrás de la oreja.
Con una sonrisa a medias acepté y guie a los niños a la habitación de al lado. James llamó a la servidumbre y lentamente los dejamos para ir a nuestra habitación.
Esta vez no fuimos directamente a la bañera, sino que nos quedábamos debajo de la regadera al desnudo. James lentamente me besó y comenzó a recorrer toda la parte de la mejilla hasta el cuello y se detenía en la clavícula para continuar en los labios, aquello era nuestro juego previo para amarnos. Tomó un poco de champú y lo deslizó entre mis cabellos, masajeo suavemente y me sentí en las nubes, el cuerpo comenzó a relajarse, enjuagó esa parte y continuo con sus suaves caricias por toda la cadera y cintura.
Mientras el adoraba cada parte de mi cuerpo aproveche para regresarle el favor y lave su cabello. Gimió bajito cuando mis dedos masajeaban su cuero cabelludo. Se enjuagó y por un momento admiré aquel formidable torso bajo el agua deslizándole por toda su anatomía hasta llegar al suelo.
-Te gusta admirar, ¿Cierto?
-Desde siempre señor Acker.
Lo vi tomar el jabón líquido y se agachó hasta mis pies, se hincó sobre una rodilla y masajeo mis pies comenzando por los dedos, el empeine, el talón y por ultimo el tobillo. Lentamente subió sus manos por las pantorrillas, las rodillas y masajeo los muslos por dentro y fuera. Nuestros ojos se miraron por un instante y asentí a las palabras invisibles.
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Reglas del juego.
Ficção AdolescenteSegunda parte de "¿Jugamos?" A veces la vida nos pone obstáculos para saber que tan fuertes somos, algunos duelen y otros simplemente nos dejan un raspón que se cura fácilmente. Esta vez a Charlotte le dejaron el corazón hecho añicos. Durante su a...