Capitulo 15

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-Uno, dos, tres... ¡sonrían! – Un enorme flas nos dejo casi ciegos.

Esta vez habíamos aterrizado en Túnez y para mi alegría no habíamos llegado de noche, sino que se decidió que el aterrizaje fuera en la mañana. Para nuestro primer día estábamos dando un recorrido por la playa.

La brisa del mar, la arena entre los dedos y el aire soplando era lo mas satisfactorio de mi vida. Me quedaría aquí mil años. Por primera vez desde que se inicio el viaje de un mes, nuestros secretarios y guardias se encontraban alejados de nosotros, ya habíamos caminado unos ramos mas lejos de ellos visitando la playa y no se habían acercado para nada.

Como era por protocolo Nicolas y yo debíamos seguir a Carlos a donde fuese mientras estuviera hablando con algún encargado de las áreas que estuviésemos visitando. Un buen rato después de caminar sobre la arena con los tacones en mano fue prudente ir a visitar las tiendas turistas que se encontraban unos metros arriba de la arena.

Las personas al vernos caminar cerca se hacían a los lados, dándonos la libertad de poder ver todo sin problema. El pequeño lugar se parecía a Santorini, Grecia, los locales estaban construidos de madera y pintados de blanco por fuera, uno con otro se unía, no tenían espacios de separación y mucho menos existían colores llamativos, el blanco era muy brillante que daba la impresión de que nunca se manchaba.

Las tiendas iban de restaurantes, de ropa, zapatos hasta artículos para nadar. El presidente de Túnez nos invito a entrar a unas de las tiendas para poder ver lo que ofrecían al público, en un principio pensamos que Carlos declinaría pues esto no estaba en los planes, pero no fue así, aceptó y Nicolas y yo encantados entramos sonriendo para saber que podíamos gastar.

Esta primera vez era una tienda de trajes de baño y cosas de bucear, a los tres el interés fue poco, pues ninguno tenia planes de meterse al océano una vez termináramos este recorrido. El encargado amablemente nos enseñaba los artículos y nos decía sobre la incrementación de ventas en épocas de verano y sobre nuestra famosa presencia, nos pidió una foto juntos, pero de manera educado tuvimos que declinar, la realeza no daba fotos ni autógrafos.

La siguiente tienda fue una boutique de hombre. La empleada nos dio una cálida bienvenida a su local y nos ofreció bebidas refrescantes, bebimos un sorbo solamente por esas cosas de envenenamiento y protocolo. Nicolas identifico unas playeras veraniegas que le encantaron y no dudo en pedirlas. Carlos lo miraba de repente y en movimientos pequeños desaprobaba la decisión de su hermano en comprar cosas.

-¿Eva que te parece este short? Creo que va muy adecuado a las islas hawaianas.

-Me parece que sí, pero ¿Dónde has visto una isla hawaiana si tenemos la mejor vista aquí en Túnez? – Respondí de manera muy formal.

-Aunque es una pena que no podamos disfrutar de las exquisitas aguas allá abajo, me lo compraré.

La empleada se veía muy feliz pues tal vez por primera vez un príncipe le compraba un articulo playero. Sí, eso sería muy llamativo para los próximos clientes.

Al salir de esa tienda por ordenes no dichas de Carlos nos dirigimos a una boutique de mujeres y a decir verdad ahí existían muchas prendas que la corona italiana no me dejaría comprar pero que mi Charlotte interior de Canadá agradecería tener en su closet.

Mientras Carlos hacia lo de siempre y Nicolas le daba sus bolsas a Phill recorrí con la yema de los dedos aquella pequeña tienda. Las telas tenían un toque suave al tacto y eran de colores tan llamativos que no podías dejar de verlos, tenia un enorme impulso de comprarme alguno, pero mi mente me advertía que no era buena idea.

-¿Te gusta tanto? ¿Por qué no lo compras?

-Carlos ha dicho que no, así que no lo quiero hacer enojar. -Susurré.

Reglas del juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora