Nocturno

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Los sueños confusos continuaron pero esta vez unos ojos color miel oscurecido se mezclaba entre su despertar e inconsciente, el sueño era siempre el mismo, estaba siendo acorralada en contra de su voluntad sobre aquellas mallas de metal, sentía el ardor en su cuello al romper su piel con la variante de que ahora sentía el tacto suave que recorría de su muñeca hasta llegar a su hombro.

Podía sentir los dedos fríos rozar su piel tan delicadamente que parecía el roce de una pluma, sentía como su cabello era apartado a un lado y la lengua cálida hacia contacto con su piel en espera. Con los días aquellos sueños vívidos se volvieron más frecuentes y además de lo anterior descrito también le dejaban una sensación de calentura en todo el cuerpo.

Por lo general se despertaba envuelta en una ola de calor exasperante, bañada en sudor, con la mano metida entre sus bragas rozando su abundante humedad, no sabía cómo explicarlo, no que quisiera entenderlo tampoco. Ella solo de pronto tenía esta necesidad de saciar un deseo que se materializaba en medio de sus sueños y que al despertar abruptamente siempre le dejaba en el borde.

Dormía aprovechando la tranquilidad de esa madrugada en el hospital, acostumbrada a servirse de algunas horas de sueño entre urgencia y urgencia, metida en una cama algo incomoda en una sala para médicos todo estaba silencioso y ella en sueños sentía el calor empezar a recorrer su cuerpo, apretó las piernas juntas sintiendo las contracciones en su intimidad, un hormigueo delicioso que llamaba su atención y unos ojos que le instaban a continuar.

Se despertó sofocada de nuevo con el sonido de su teléfono alertándole del ingreso de una paciente, suspiró pesadamente pasando su mano por la frente en frustración y al levantarse se dio cuenta de que tenía las bragas empapadas, hizo una mueca de molestia pero no podía cambiarse así que tendría que esperar.

Se calzó y tomó su bata rápidamente llegó a la sala de urgencias viendo como ingresaban a la paciente a la sala de observación. - Ya estoy aquí, qué tenemos? - Preguntó nada más entrar colocándose guantes.

-Paciente femenina de unos veinte tantos, fue hallada por una pareja que pasaba por un callejón, estaba tendida en el suelo sin zapatos con la ropa rasgada y moretones por todas partes. - El enfermero de turno recitaba para la médica mientras ella llevaba el estetoscopio primero a sus oídos y luego al pecho de la paciente. - Posible abuso sexual. - Añadió el hombre.

-Tiene ritmo cardiaco pero apenas puedo escucharlo. - La médica Gómez frunció el ceño miró el cuerpo de la mujer, su piel era extremadamente pálido, tenía laceraciones en el rostro, brazos y piernas pero ninguna herida contundente. Iniciaron el protocolo de atención mientras ella examinaba el cuerpo de su paciente y apartando el cabello negro del cuello notó lo consistente a una profunda mordida de la que todavía brotaban líneas de sangre.

La rubia miró a la mujer en pánico pero sin dejarse afectar siguió atendiéndola, entró en falla cardiaca por lo que tuvo que iniciar comprensiones de pecho, gritaba órdenes a los enfermeros, pidiendo unidades de sangre O negativo, llamaron al servicio de cardio y para cuando llegaron ya sus manos parecían estar acalambradas, el monitor marcaba una línea recta y el pitido molesto así se lo decía. - Dra. Gómez, le hemos perdido. - Su enfermero de turno se acercó a ella para detener sus manos.

Ella tragó grueso sintiendo su garganta seca y la frente sudorosa, asintió a su pesar. - Hora de la muerte 3:30 am. - Salió de allí arrebatándose los guantes para dejarlos en la caneca roja de la sala de observación.

Nunca era fácil perder un paciente, tampoco era la primera y ciertamente no sería la última, sin embargo algo en la rubia le había hecho sentir más aprehensión por esa paciente en particular y su muerte. Ver aquellas marcas familiares en el cuello de la mujer le hizo poner los pelos de punta.

She Dark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora