¿Segura?

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Luisita se mordió el labio inferior mientras apretaba los bordes de la almohada y fruncía el ceño con los ojos cerrados, sentía el cuerpo entero en llamas, sus pechos se restregaban contra la tela de las sábanas dela cama, sentía la garganta seca, el cuerpo mojado en sudor y la mente plagada de nada, solo podía referenciar las sensaciones de su cuerpo y lo que este le decía era que los dedos que se enterraban en su interior le harían llegar a un nuevo orgasmo.

Sentía una mano sujetando su cabello a un lado, las piernas rozar contra sus muslos, la pelvis empujar contra su culo, los dedos empujando dentro y fuera en un ritmo constante en un ángulo perfecto que le tocaba justo donde lo necesitaba y unos labios que besaban los músculos tensionados de su espalda. Suspiró con fuerza con los toques incesantes al que su cuerpo entero estaba siendo sometido hasta que mordiendo la almohada se dejó ir siendo arrastrada por el placer más natural del ser humano.

Se dio vuelta cuando ligeros besos besaron su mejilla caliente y sudorosa, allí estaban aquellos ojos oscurecidos y una sonrisa que oscilaba entre la timidez de la inocencia y la picardía de la satisfacción. Ella sonrió de vuelta negando con la cabeza antes de volver a besarla.

Tiró de la morena sobre su cuerpo haciendo que esta se sentara sobre ella. No tenía idea de lo que se suponía que debía hacer con el cuerpo de una mujer sobre el suyo, con los hombres era muy sencillo saber cómo satisfacerlos con lo básicos que eran, con una mujer sin embargo tenía esta pequeña inseguridad en su cabeza que le decía que no sabría cómo hacerlo y la de rizos aparentemente se dio cuenta de su temor.

Se sentó recta sobre el cuerpo de la médica completamente desnuda, tomó sus manos y las llevó hasta sus pechos, Luisita tragó saliva, sus ojos sin saber a dónde ir, si a sus propias manos masajeando los pechos suaves y pezones endurecidos o a los labios entreabiertos e hinchados o a aquellos rizos alborotados que caían sobre el rostro de la otra mujer o a sus ojos ennegrecidos, incitándola a que hiciera lo que mejor le apeteciera.

Sin embargo no hizo nada, le gustaba aquel juego de seducción en el que Amelia con la mirada le mostraba lo dispuesta que estaba ante ella, sus caderas se movían sus centros rozándose mínimamente, se familiarizó con el masaje de sus pechos apartando las manos de la de rizos para hacerse cargo y notó como con cada tirón a sus pezones Amelia se restregaba más contra ella y dejaba escapar jadeos apenas audibles.

Estaba todo escrito en su cara y a Luisita se le hizo agua la boca, tiró de ella hasta que los rizos de Amelia chocaran con su frente y la escuchó gemir cuando se apoderó de sus nalgas rozando con sus uñas recortadas la cara interna de sus muslos desde atrás. La miró a los ojos una última vez antes de desviar la mirada hasta los pechos que ahora colgaban casi en su cara, nunca en su vida había tenido un pezón en su boca y aquel marrón se le apetecía probarlo como si fuera chocolate derretido entre sus manos, se inclinó un poco más colocando una mano en el centro de la espalda de Amelia y así acercarla aún más, cerró los ojos y se concentró en su amante y sus reacciones.

Las manos de Amelia se enredaron en los cabellos rubios apoyándose en sus codos para no dejarse caer al contrario sobre la médica, sintió los primeros lametones y era como si gasolina fuera lanzada a un incendio que ya ardía hace horas entre sus piernas, cuando esta empezó a alternar las succiones cerró los ojos dejando escapar el primer gemido audible en toda la habitación, sintió la misma atención en su otro pecho y las manos apretar su culo contra ella chocando sus centros con algo de fuerza.

Necesitaba más, mucho más, tomó la mano de la médica y se separó con un jadeo largo con aquella última succión en su pezón derecho, preguntándose cómo sería si tuviese la oportunidad de tener esos labios en otra parte de su anatomía; por ahora sin embargo se conformaba con cualquier forma de alivio. Sosteniendo su cuerpo en una mano, llevó la de la médica hasta su intimidad sin perder detalle del rostro de ésta en su camino por su notaba algún tipo de inconformidad pero lo único que vio allí fue anticipación notando un apretón en la cadera con la mano libre.

She Dark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora