Pasión

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Pum Pum...

Pum Pum...


Pum Pum...

Escuchaba el incesante latido en su oído, lo escuchaba alto y claro resonando en su cabeza, no pensaba en otra cosa que no fuera ello, podía escuchar la sangre viajar en cada sístole y diástole, podía sentir la calidez de su piel en las frías yemas de sus dedos, podía sentir el roce de los vellos de sus brazos y el peso de su cuerpo sobre el suyo, podía sentir sus pechos redondos en sus mejillas y los pezones rosas saludarla tímidamente. Amelia podía sentirlo todo, de la misma forma en que Luisita la sentía a ella.

Levantó la vista, despegando su oreja de aquel cómodo lugar y se encontró con unos ojos marrones que la veía diferente, al menos ella así lo sentía, sus ojos tenían un brillo diferente, tanto así que el agarre en sus caderas se afianzó.

Notó como el pulgar de la rubia acariciaba su mejilla recogiendo esa pequeña gota de sangre en forma de lágrima que ella siendo vulnerable había derramada y lejos de verla asustada por ello, la notó serena, comprensiva en lugar de compasiva. Ella no necesitaba compasión, después de todas las cosas que había hecho era lo que menos merecía, pero si quería alguien que a pesar de sí misma la viera por quien es realmente o al menos quien quiso ser, aunque nunca tuvo oportunidad realmente.

La médica llevó el pulgar con la gota de sangre a los labios de la morena y sin apartar sus miradas se aproximó hasta que con su lengua barrió con la pequeña muestra de líquido espeso. Amelia la vio cerrar los ojos por un instante levantando el mentón hacia arriba saboreándose los labios como si de un manjar hubiese acabado de probar e inevitablemente sus labios se separaron admirando su rostro. La doctora Gómez, sin duda, era una mujer única en su tipo.

Volvieron a encontrarse sus miradas y aquel momento de conexión emocional se transformó a uno mucho más carnal, así lo percibió Luisita al sentir el agarre en sus caderas apretarse, tuvo que sonreír porque al iniciar aquella sesión de dibujo improvisada, en lo único que podía pensar era en lo mucho que deseaba ser el chelo y dejarse tocar, acariciar y rasgar por sus dedos.

Juntaron sus frentes de nuevo y la respiración de la médica anunció a una Amelia embelesada sus intenciones, su piel de pronto estaba más caliente y el Pum Pum de su pecho se hizo más sonoro como una canción sin melodía que se alzaba en gallardía.

La mano en el centro de su espalda la pegó mucho más a ella cuando sus labios se encontraron en un beso que parecía fugaz al principio y que sin previo aviso se convirtió en un enredo de lenguas y dientes. Luisita apretó su cabello en la nuca mientras buscaba fundirse en sus labios mordiendo y saboreando a cada paso. - Digo yo, que deberíamos aprovechar la falta de ropa. - Pronunció en voz baja con la respiración agitada.

Amelia la miró con una sonrisa ladina mientras una mano traviesa viajaba de ida y vuelta desde su espalda hasta el nacimiento de sus nalgas. - ¿Eso cree, Dra. Gómez? - Alzó la ceja.

Luisita asintió también con los labios hinchados. - Te gusta chupar ¿verdad? - Aquella pregunta suscitó una risita por parte de Amelia que la apretó más contra ella mordiéndose el labio de abajo. - Abre la boca. - Obedeció sin apartar la mirada y sin más dilación Luisita guió su pezón izquierdo a la boca de su amante. - Quiero que chupes... Que lo hagas como solo tú sabes hacerlo. - Dejó escapar un suspiro.

-No será lo único que quiera chupar. - Le respondió Amelia antes de pasar la punta de su lengua por el pezón antes de tomarlo por completo y empezar a hacer lo que le pedían.

She Dark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora