Vínculo

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Luisita corrió la cortina con algo de furia dejando atrás al paciente que previamente había atendido, apuntó algunas cosas en la Tablet del hospital indicando los analíticos que había recetado como protocolo inicial, se acercó al stand de enfermería y entregó la Tablet de la enfermera allí. – Carmen, llámame cuando estén los resultados por favor. – Pidió con el ceño fruncido.

-Sí Dra. Gómez. – La enfermera recibió con una sonrisa suave. – Paciente en la 4 necesita algunas suturas, accidente de cocina. – 

-Pues llama a un interno, que hagan algo que parece que a nadie le gusta venir a urgencias. – Se quejó con un resoplido. Rocío que estaba en el ordenador del stand de enfermería levantó la mirada sorprendida con los humos de la rubia. La médica se arrepintió en seguida. – Perdona Carmen, ya me hago cargo. – Se pasó la mano por la cara con frustración.

La enfermera parpadeó varias veces sorprendida, pero no le dio importancia ya que sabía que los médicos estaban muchas veces bajo mucha presión. – No pasa nada, pero puedo llamar a un interno si quiere, tiene razón que le rehúyen a urgencias. – Dijo con una risita.

Luisita le sonrió en su intento de rebajar la incomodidad. – Sí llama alguno pero tranquila que yo superviso. – Carmen asintió llevándose el teléfono al oído. La rubia se apoyó en la encimera del stand suspirando pesadamente. 

Rocío carraspeó sin dejar de escribir su último reporte. – ¿Estás bien? – Preguntó brevemente.

Luisita suspiró pesadamente. – No… Sí… No lo sé. – Se quejó por su propia falta de claridad.

La otra médica detuvo el tecleo y la miró. – ¿Ha pasado algo? Llevas unos días un poco rara. – Se interesó.

-Lo que estoy es molesta. – Interrumpió la rubia con claro enojo en su tono.

Rocío levantó las cejas. – Puedo verlo, Luisi, lo que no sé es porqué. – 

La rubia médica ponderó la posibilidad de contarle a su amiga lo que le molestaba, necesitando quizás desahogar sus pensamientos y así tener una perspectiva diferente, pero temiendo a la incomprensión de Rocío optó por mejor quedarse callada. – Nada, Rocío, cosas mías. – 

La otra mujer la miró en silencio unos segundos. – Vale como quieras, pero cualquier cosa aquí estoy. – Volvió al tecleo cuando Luisita no respondió nada. 

Luisita resopló para sí misma y estaba a punto de irse cuando un joven con cara de fastidio se acercó a ella. – Dra. Gómez, me han dicho que tiene un paciente que necesita suturas. – 

-No parezcas tan entusiasta. – Ironizó con mal humor. Caminó por delante del chico llevándolo hasta la camilla donde estaba la paciente esperando. – Venga, a trabajar. – Le dio un leve empujón en el hombro.

Las horas de su turno pasaron más lento que de costumbre ennegreciendo más su humor, estaba molesta, enojada y frustrada y la razón de todo ello era que Amelia no había aparecido en días ni por su apartamento ni a la salida del hospital como ya había acostumbrado. Desde aquella noche en que la dejó con un calentón de campeonato no la había vuelto a ver y ella no era precisamente la persona más paciente del mundo, imaginó que la de rizos se habría sentido algo incomoda con la situación pero con el paso de los días había entendido que la estaba evitando o directamente se había olvidado de ella y pensar en eso le enojaba.

Le enojaba porque no quería que la otra mujer se alejara, al contrario y ahora que ya estaba algo acostumbrada a su presencia Amelia desapareció de pronto. Resopló quitándose la bata blanca para guardarla en su locker luego de sacar su ropa de calle, estaba en sujetador cuando sus compañeros entraron también para hacer lo mismo que ella. 

She Dark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora