Una vez más recorría los mismos pasos de cada día para llegar a su casa, atravesó el callejón oscuro rápidamente viendo indigentes rogarle por unas monedas, al salir al otro lado la luz se hizo más brillante pero la noche fría y solitaria le acompañaba, su piel se erizó al sentir a alguien más cerca, no sabía qué o quién pero estaba siendo observada y perseguida sentía hasta que fue acorralada contra las mallas de metal.
Se paralizo, con los ojos como platos al notar el cuerpo presionándola contra las mallas restringiendo sus movimientos. – ¿Me extrañaste? – Allí estaba otra vez esa voz horripilante que le hizo temblar en miedo, era ronca, denotaba maldad, casi sadismo al saber que ella estaba asustada.
Y luego lo sintió, la mordida en su cuello, gritó ante lo inesperado sintiendo como su propia sangres resbalaba por su piel y se sentía drenada.
Se despertó con un sobresalto aferrada a una manta sobre su cuerpo totalmente entumecido, su respiración agitada y la sensación de quemazón en el cuello. – Estás bien, estás a salvo. – Escuchó la voz susurrada y se inquietó aún más.
La sala de su casa estaba apenas iluminada por la luz que provenía desde la cocina de su apartamento y la lámpara al otro extremo del sofá, la televisión estaba apagada y allí se encontraba su visitante nocturna con una mirada preocupada y un libro en las manos. – Sigues aquí. – Habló ella pasándose la mano por la cara y así despejar un poco la sensación amarga de aquel sueño o más bien pesadilla que había estado persiguiéndola hace ya varios días.
Amelia la miró insegura. – Es que te quedaste dormida mientras veíamos la película y pensé que irme sin despedirme sería…
-¿Una falta de respeto? – Luisita completó por ella con una sonrisa ladina. Amelia desvió la mirada con algo de vergüenza. – Siempre tan formal. – Murmuró más para ella que para la morena pero esta la escuchó perfectamente. – No me molesta que estés aquí. – Le aseguró luego de unos segundos de silencio cómodo. Amelia levantó la vista para mirarla y aunque quiso contenerse no pudo evitar la naciente sonrisa en sus labios. – ¿Qué estás leyendo? – Preguntó curiosa esta vez.
La de rizos se mordió el labio inferior nuevamente algo insegura. – Ruego disculpes mi atrevimiento, pero ya que la película se había terminado y estabas dormida, me aburrí así que busqué algo con lo que entretenerme. – Apuntó a la estantería llena de libros de la médica.
Luisita se rió sentándose erguida en el sofá aún con la manta cubriendo desde sus rodillas al cuello. – No pasa nada, pero qué habrías hecho sino me despierto en toda la noche? Acaso no duermes? – Se echó a reír con lo absurdo de ese pensamiento.
Sin embargo Amelia no secundó su risa. – No, en realidad no duermo. – Confesó encogiéndose de hombros, Luisita la miró sorprendida. – No habitualmente de todas formas. – Aclaró.
-¿No puedes dormir? – Preguntó concretamente. Antes de caer en las garras de Morfeo Amelia le había dado vía libre a que preguntara cualquier cosa que quisiese saber sobre ella, la rubia sin embargo había optado por ver la película aludiendo que ya tendrían tiempo para ello. Parecía que el tiempo había llegado.
Amelia cambió de posición en el sofá, pegando su espalda al brazo de este y así mirar a la otra mujer apropiadamente. – No es que no pueda dormir, es que simplemente no lo necesito. – Empezó a explicar. – Los humanos necesitan dormir para descansar y recargarse, no es así? – Luisita asintió. – Pues yo no me canso nunca y tampoco necesito recargarme. – Se encogió de hombros otra vez con una sonrisa suave.
-¿Así que no has dormido jamás? Quiero decir, desde que eres así. – Tropezó con sus palabras para darse a entender. – ¿Desde cuando eres así de todas formas? Naciste así? No eso sería muy raro. – Negó ella misma. – ¿Tus padres son así también? – Preguntó esta vez con la cabeza casi dándole vueltas con todas las posibilidades que ahora rondaban su mente.
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She Dark
Fiksi PenggemarEmpezó como especial de Halloween 🎃 Ahora veamos que tan reales son los sueños y que tan afilados son los colmillos de un Vampiro.