2 ↺ Un Chihuahua poco mordelón

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Claude estaba caminando detrás de los lobos mientras veía sin mucha emoción las calles. Estaban tan llenas de baches que daban pena, pero a los lobos no parecía importarles algo así, y se preguntó por qué los humanos siempre se quejaban de lo mal que estaban las calles de la ciudad. Más de una vez lo habían detenido para quejarse con él, como si pudiera ir a presidencia y pedir que arreglaran todas las calles en mal estado. Claude era un jodido policía que sólo tragaba rosquillas y jugaba cartas.

Después de ver el extremo izquierdo uno de los lobos señaló un callejón.

—¿Y por allí se va al infierno?

Más gruñidos por parte de los lobos.

—No importa qué mierda te persiga ni qué tan desesperado estés ―uno de los lobos condicionó enseguida―. Si quieres sobrevivir, jamás debes cruzar por allí.

—No va a la Zona A —dijo el otro—. Y el infierno te va a parecer un lugar vacacional contra esa mierda.

Comenzó a oírse un profundo gruñido, un jadeo más animal que humano. Unas cadenas que se arrastraban y tensaron en algún punto, pero que siguieron tirando incansablemente, llanto de algún animal enfermo y a punto de morir, jadeos y gruñidos. Primero comenzó uno, después se escucharon varios, como si hubiera diversos animales agónicos allí. Los lobos permitieron que se acercara por curiosidad, atentos a cualquier movimiento de su parte, pero no queriendo impedir que se acercara porque ya le habían advertido, ellos cumplieron con su objetivo de informarle lo peligroso que era, así que ya sería culpa suya si se acercaba de más y terminaba muerto.

El corazón se le estaba saliendo por la garganta conforme más se acercaba, en un punto dudó en seguir y se dijo que era mejor volver y acatar las indicaciones de los lobos. Pero su curiosidad era muy grande y quería ver qué demonios era eso.

—¡COMIDA! —un animal salió del callejón directo a él—. ¡COMIDACOMIDACOMIDACOMIDACOMIDACOMIDACOMIDACOMIDACOMIDA!

Claude de un salto se apartó, sus reflejos fueron tan rápidos que el maníaco ese sólo alcanzó a jalar su gabardina. Los lobos no emitieron ningún sonido de burla o gracia, al contrario, parecían apenados y dolidos.

Las súplicas de lo que sea que fuera esa cosa continuaron en susurros. Sus ojos inyectados en sangre buscaban con desesperación hallar alguna otra cosa de interés, algo que le hiciera recordar en dónde estaba y quién era él. Pero se puso a cuatro patas y comenzó a jalar su cadena hasta que el cuello sangró y comenzó a salir espuma de su boca. Esos ojos desorbitados y saltones no iban a borrarse tan fácil de su memoria.

—Por años hemos luchado contra esto —un lobo habló, Claude le prestó atención e intentó recuperar la calma. Le iba a dar azúcar con este puto susto—. En el Clan son pocos los que han llegado hasta este punto y los traemos aquí, el Alfa los tiene como una clase de guardianes y están distribuidos por los rincones de la Zona B. Así que si quieres escabullirte por allí ten cuidado, Poli, porque seguro te hayas con uno de esos.

—¿Qué se supone que tienen...?

—Nadie lo sabe, sólo se vuelven locos de un día para otro. Luchan contra algo, pero no sabemos qué es, al inicio comienza a afectar su sentido de la orientación, después comienzan a olvidar quiénes o qué son. No pasan del mes ―el lobo lanzó una piedra e hizo que el hombre amorfo se lanzara enseguida a ella―. Hay muchas leyendas y teorías, pero jamás hemos podido descifrar algo, así que sólo nos queda ver cómo comienzan a comportarse como animales y a deformarse de esta forma tan asquerosa.

—¿Y no hay cura?

—La muerte.

Era lamentable ver a alguien en ese estado como si fuera un perro guardián demente que atacaba a todo lo que veía. Claude pensó en esas leyendas y en esas imágenes de internet sobre los verdaderos hombres lobo y negó para quitarse esos pensamientos estúpidos de la cabeza. Pensar en eso teniendo a dos lobos a sus espaldas le causaba un conflicto extremo. Era como decir que ellos no eran hombres lobo de verdad y sólo se podrían considerar un experimento fallido que condenó el futuro de la raza humana, sin duda alguna creía que estos animalejos eran mejores, porque no se volvían del todo locos... o eso aparentaban.

CÓDIGO OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora