Llegar a urgencias nunca fue tan complicado su vida. Claude apenas y puso un pie en sala de emergencias y cayó al suelo alarmando a todos, aunque no se quejó porque lo atendieron rápido.
—Deberíamos alertar a los policías...
—Yo soy el policía, ¿me van a atender o qué mierda?
El médico se le quedó mirando un rato y tras sacar su placa y lanzarla se quedaron callados. Pero querían saber por qué estaba tan hecho un costal de papas.
—Estoy encargado de la Zona A y estas heridas me las hizo un lobo de dos zarpazos —escupió con amargura, tanta que casi se le salió la bilis—. Mi turno no ha terminado, así que sólo denme algo para el dolor.
Era bien conocido por ellos que en la Zona A no se bromeaba ni jugaba a pasarse de listo con los lobos. Claude fue atendido sin más preguntas y después se largó pese a decirle que debía quedarse en observación. No iba a quedarse allí, así que se trepó al carro una vez más y fue hacia casa.
Sarah estaba dormida, o eso quiso creer cuando la encontró afuera sentada en la acera junto al perro ese. La chica se alarmó, pero Claude ya no tenía ganas de nada.
—Dios mío, Claude, ¿qué te pasó?
No respondió a su pregunta, pasó de largo tras ignorarla olímpicamente y de un portazo se metió a la casa. Ya no le quedaban fuerzas para continuar peleando con ella, aunque fuera a palabras, así que sólo se sentó en la barra de la cocina y bebió una cerveza.
Ignoró los medicamentos que tenía en su sistema como el buen estúpido que era y encendió otro cigarro. No fumaba porque a Sarah no le gustaba y porque también deterioraba su salud. Pero siempre le había llamado la atención caer en esta adicción, era la única droga legal y que en unos 10 o 15 años seguro y lo mataba de cáncer. Continuó bebiendo tranquilo, pensando en los lobos y en si renunciar era lo mejor.
Pero nadie le iba a decir nada en la Zona A.
Podía ir y patrullar, pero si quería terminar su turno como ahora igual podría hacerlo. Tenía un sueldo de puta madre y no lo iba a cambiar por miedo a morir. Por eso se prometió que más tarde iba a llegar, bajar la cabeza y no salir del carro, era lo mejor y no quería toparse con los lobos.
—Sé que no es buen momento para hablar —una voz ronca lo sacó de sus pensamientos. Claude miró por el filo del ojo al lobo que estaba recargado en la puerta—. Pero cuando llamé a Sarah para preguntarle cómo estaba, me la encontré llorando y diciendo que la corriste de la casa.
Lo ignoró.
De nuevo ese gruñido se escuchó, no sabía cómo demonios lo hacían, pero le resultaba gracioso que viniera de un hombre lobo que se parecía mucho a él en cuanto a anatomía y no de un perro. Se bajó del asiento y caminó hacia el refrigerador por otra cerveza.
—Te dije que está enojado, Chad, déjalo...
—Te estoy hablando, maldito gilipollas de...-
—No estoy de humor para escucharte ladrar —Claude retiró el seguro de su arma—. ¡Te dije que te largaras de mi puta casa!
—¡Puedo ayudarte a quitarte esos lobos! ¡Te tienen fichado y yo no soy tu enemigo! —el lobo estalló—. Estoy enamorado de Sarah y haré cualquier cosa por ella, así que escúchame, podemos desmantelar una de sus bases. Si lo hacemos tomaré el territorio y no podrán decirme nada, pero necesito tu ayuda ―Chad se sentó frente a él como si fuera todo un negociante, así que al menos escuchó lo que tenía que decirle―. No puedo hacer esto solo y tampoco puedo irme sin Sarah.
―Habla.
―No quiero pelear contigo, porque es cierto que amo a Sarah y haría cualquier cosa por ella, pero también es cierto que contigo las cosas serían muy fáciles para mí, conoces lo que significa cuando un lobo encuentra a su otra mitad, ¿verdad? Cuando un Alfa encuentra a su omega no se irá jamás de su lado, pero esto sólo aplica para los lobos, porque si hablamos de humanos... ustedes sólo se atan por una marca.
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CÓDIGO OMEGA
WerewolfA sus 25 años, Claude Venbee logró entrar al departamento de policía como un oficial de lo más normal, que la mayoría del día bebe café y come rosquillas con su compañero de patrulla. Pero todo cambia cuando le asignan patrullar la Zona A. Un lugar...