24 | Rompe el Vínculo

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Claude fue presa de una tensión abismal que compartió toda la Manada. Ningún lobo le dirigía la palabra y lo ignoraban, especialmente los Alfas, quienes tenían ya tres días sin dignarse a verle a los ojos.

Ese no era un problema, sino que las pocas veces que intentó irse tampoco pudo hacerlo y llevarse a un licántropo ya de por sí era jodido.

De nuevo volvía a perder el tiempo, aunque la única pista que tenían hasta ahora seguía sin dar resultados. El collar con el nombre de Sarah se había pedido, pero el comprador sólo dio una respuesta breve de estar preparando todo para la entrega y que prefería el dinero en efectivo. Desapareció sin más y Freud desde entonces había rastreado la dirección, pero no había nadie cuando llegaron.

Esto lo ponía más ansioso porque quería correr hacia Sarah.

Así que, ahora aquí estaba, sentado en la cama mientras veía las noticias y se mordía el labio hasta hacerlo sangrar. Últimamente se sentía más cansado y sus labios resecos sólo provocaron más ansiedad por arrancarse los pequeños cueritos.

El día de ayer casi 39 personas habían muerto, 25 más estaban desaparecidas y casi 60 heridos. El suceso volvió a ser uno lamentable para el resto del mundo, pero una vez y supieron el motivo, sin duda alguna habría represalias.

Los lobos habían explotado un edificio que ocupaba Marcus Venbee, diputado del país. El día de las elecciones estaba cerca, por lo que las campañas estaban en pleno apogeo.

El ataque tuvo lugar a las 14:00 horas y conforme la gente gritó aterrada, los lobos esparcieron cientos de bocetos de la invasión militar. No los culpaba en cierta forma ya que tenían un acuerdo. Los únicos que podían entrar eran los policías de menor rango, militares y marina se tomarían como un intento de invasión si no se enviaba la solicitud correcta y los lobos accedían. Su tío favorito estaría acabado tras este incidente porque se le culpó del siniestro.

¿Pero qué malditas consecuencias traería esto? Claude no quería ni pensar en ello, en la respuesta que el gobierno tendría y cómo el Coronel estaba siendo obligado a moverse.

Tenía miedo de ese hombre.

Cuando el reloj marcó las cinco de la tarde, un aullido resonó por todo el lugar. Luego se escucharon muchos más y Keltain le ordenó bajar enseguida porque esto era importante.

Al menos se sentía feliz de no ser el único que no sabía qué pasaba.

Una vez y atacó al licántropo con preguntas, sus respuestas fueron las mismas que las de Freud: No lo sé, creo que esto es algo que la propia Manada adoptó, jamás vi algo así en mi pasado.

Claude de pronto se encontró con muchos lobos desconocidos y se enteró muy tarde que todo el Clan estaba aquí. En el centro se encontraba Mael y a unos pasos detrás, estaban Caín, Mili y Nero.

—Mira bien lo que pasará de ahora en adelante —el padre de Mael se le acercó—. Estas son las reglas del Clan Eckzahn.

—¿Tan serio es?

—¿Cómo resuelven este tipo de cosas allá afuera?

—¿Crees que se resuelven? Era policía —miró directamente al fuego y cerró sus ojos—. A menos de que atrapen a esos bastardos en el acto, jamás toman acciones en su contra, incluso hay una ley que los protege. Usted es humano y debería saberlo.

—Quizá sigues pensando que el mundo humano y este son iguales, pero incluso unos perros son más modestos. Por eso, mira bien la justicia que se va a impartir en tu honor.

—¿Por qué creerle a un desconocido como yo? Ayer usted...

—Sé que mi hijo hizo algo denigrante. Lo supe desde el inicio al ver cuán nervioso se puso una vez y su padre quiso conocerte. Caín se encargó de salvarle el pellejo, y por eso Mael intentó hacerte pasar como un ignorante. Es mi hijo, pero no puedo consentir sus errores a estas alturas, si fuera un cachorro estaría rogando para su perdón, pero ya es un adulto.

CÓDIGO OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora