23 ↻ Las reglas del Clan

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—¡Joder! ¿Es que tú no te puedes quedar quieto?

Cuando los Alfas llegaron sólo vieron lo mismo que él: a un licántropo hecho y derecho que se cruzó de brazos y los miró molesto.

—Demonios, ¿qué fue lo que pasó aquí?

—¿Por qué hay un licántropo? ¿Qué pasó con la bestia?

—Yo soy la bestia —Keltain torció los ojos—. Saludos, híbridos, mi nombre es Keltain y desde ahora trabajaré directamente con mi amo.

¿Con su qué...?

—¿Disculpa? ¿Por qué soy tu dueño?

—De no ser por ti, yo seguiría siendo una bestia sin razón y decidí recompensarte dándote mi lealtad. Ya te lo dije, Claude —el licántropo se paseó frente a los Alfas y los evaluó—. Tienes buenos machos por pareja, ¿ustedes también cayeron en los encantos de este humano?

—Eh...

—Bien, no entiendo nada, ¿qué pasó durante todo este tiempo que estuve fuera de mí?

Mael se quedó pensando y analizando la situación. Claude Venbee era un beta con excelentes dotes y cualidades únicas, tanto que desde el inicio logró algo que nadie creyó posible.

¿Por qué dos Alfas habían elegido a un beta como pareja?

Si solamente hubiera sido él, y de no tener un pacto con Caín, lo más probable es que su posición como Alfa se hubiera visto afectada y en peligro. Ningún Alfa en su sano juicio dejaría pasar una oportunidad tan maravillosa como esta, donde la descendencia del Alfa Líder ya se había perdido en su totalidad al aceptar la condición de su pareja sobre ser la única para él.

Y aquí estaban, dos estúpidos que no podían vivir el uno sin el otro, atraídos por un beta humano que los trataba como sus perros y encima se conseguía de mascota exótica a un licántropo.

Lo cierto era que ninguno sabía que Keltain era un licántropo, durante todo este tiempo lo vieron como una bestia deforme sin razón a la que debían mantener por el resto de sus vidas porque nada podía matarla. Sólo esperaban que ahora que tenía uso de razón no se acordara de todos los intentos de asesinato que el Clan Eckzahn cometió con tal de deshacerse de ella.

Nadie sabía cómo había llegado dentro del territorio Eckzahn, pero no podía salir de él.

Fue por eso que a Mael le resultó fascinante la forma en la que un humano se había ganado su confianza y devoción, no sólo del licántropo, sino también de ellos. Las cosas no estaban bien, era cuestión de tiempo para que los humanos respondieran su provocación y cuando Mili se acercó con una tableta en manos, supo que ya no había vuelta atrás.

Debían aprovechar al licántropo en su máximo esplendor.

—Alfa, todo está listo —la Omega le dio un control remoto y señaló en la pantalla táctil la zona centro—. Las zonas en rojo son donde coloqué los explosivos, una vez y aplanes este botón muchos humanos morirán.

—Bien, vayamos a dejar en claro que los perros del gobierno causaron esto.

—No puedes matar a tantas personas —Claude intervino—. Joder, sé que están furiosos porque los militares vinieron, pero no pueden responder de esta forma o crearán una guerra. Habrá muchas bajas.

—No pueden matarnos.

—¿Qué?

—Ellos necesitan balas especiales, además, ya declaramos desde el inicio que, si no se metían con nosotros, entonces íbamos a entendernos bastante bien.

CÓDIGO OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora