Olía a alcohol y desinfectante. Hacía frío y alguien sujetaba su mano con fuerza, había un profundo dolor en su cuerpo y cabeza, fue como si alguien pasara un cortometraje por su mente de las peores escenas que vivió hasta ahora.
Comenzó con el asesinato de sus padres.
Claude se miró a sí mismo a una edad de 10 años en la sala de su pequeña casa. Sus padres estaban sentados en el sofá mientras veían algo sobre un caso sin resolver, llevaban días sin dormir y venir a casa, así que era la primera vez que los veía.
—Cariño —su madre, como la buena madre que era, estiró su mano y lo abrazó antes de darle un beso en su mejilla y regañarlo por no estar dormido, pero Claude sólo se rio travieso y se sentó en sus piernas. Todavía era muy pequeño para entender qué veían con tanta frustración.
Después ese bello momento fue interrumpido por el sonido de la puerta, observó paralizado una mano. Olfateó el aroma putrefacto en el aire y de pronto se aterró al ver los cadáveres de sus padres.
Empujó a su madre y cayó al suelo junto a su cabeza que rodó y se abrió, dejando ver la materia gris fétida y mantecosa. Gritó entonces y corrió hacia el cuarto de Sarah, pero ella ya no estaba y la escuchó gritar afuera.
—¡Sálvame, Claude! —su pequeña hermana gritó asustada—. ¡Prometiste que me salvarías siempre!
—¡Sarah!
A ella se la llevaron. Claude se detuvo a ver cómo el auto se alejó cada vez más y más, hasta que desapareció por completo y se quedó en una profunda oscuridad.
No quería abrir sus ojos porque estaba oscuro, así que se hizo bolita y se cubrió las orejas para no escuchar nada. Había un profundo dolor, una angustia tan grande que no podía respirar, después una suave voz lo llamó, era Sarah.
Claude gateó, después comenzó a correr y pedir que no se fuera, quería ir con ella hacia ese lugar luminoso y cálido. Podía sentir su calor, la tranquilidad que encontraría una vez yendo allí.
«Claude, aún no me has encontrado»
«Estoy asustada»
«¡Sálvame!»Frenó en seco cuando esa voz se escuchó una vez más por todo el lugar, aun así, a Claude le pareció buena idea ir hacia ese lugar lleno de luz. Era lo mejor.
Y entonces un gruñido se escuchó tras sus espaldas. Giró su cuerpo.
Ah... Olía bien.
Era un lobo de pelaje gris oscuro, tan precioso que se quedó un rato mirándolo. Su corazón latió con fuerza y se animó a su encuentro, quería tocar su cabeza y sentir su pelaje, aspirar su aroma y tocar su nariz húmeda. Claude se detuvo cuando el lobo alzó la cabeza y lamió las puntas de sus dedos haciéndolo reír por las cosquillas, se agachó para sujetar su cabeza y rascar en su cuello y detrás de las orejas. El lobo cerró sus ojos, satisfecho con sus mimos y se sentó frente a él, todavía seguía siendo enorme.
—¿Quieres ir a casa conmigo? —Claude preguntó. Volvía a ser un niño—. Te llevaré a mi casa y voy a cuidarte.
El lobo asintió. Era tan irreal la situación que no entendía qué pasaba, pero se sentía cómodo con su presencia y lo siguió por un camino oscuro. Cada que intentó girarse y volver, el lobo lo animó a continuar, se adentró en la oscuridad de la incertidumbre, sólo con la presencia animal que el lobo desprendía y con eso bastó para sentirse protegido. Por alguna razón entendió que no correría peligro jamás, no si ese lobo estaba a su lado.
Cuando Claude se quedó una vez más solo, un sonido agudo y molesto resonó por toda su cabeza hasta que abrió los ojos y se encontró con un panorama distinto. No estaba en su cuarto, tampoco en un hospital, o... no, sí que lo estaba, pero no era el hospital donde él tenía su seguro de trabajador.
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CÓDIGO OMEGA
WerewolfA sus 25 años, Claude Venbee logró entrar al departamento de policía como un oficial de lo más normal, que la mayoría del día bebe café y come rosquillas con su compañero de patrulla. Pero todo cambia cuando le asignan patrullar la Zona A. Un lugar...