17 ◯ Está maldita

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Sarah estaba en una situación de vida o muerte por tercera vez en su vida y no entendía muy bien qué demonios pasaba, esta vez los habían despertado muy temprano y pedido que fuera con ellos, al inicio iba a cooperar e irse con esos hombres porque no quería que abrieran fuego en contra de ella, además estaba el señor alfa y confiaba en él, por lo que seguir con su fachada de niña inocente y educada era lo mejor. Sabía que de querer lastimarla ya lo hubieran hecho, pero la trataban bien y no tenía intención de arruinar su curiosa estadía en casa de quienes la capturaron.

Lo que nunca tuvo presente fue que el licántropo se pondría así de reacio a que se la llevaran y la tomara de la muñeca para impedirlo.

—Si me pusieron aquí con ella, tienen que aprender a respetar que ahora ya no se la pueden llevar tan fácil.

Tenía casi dos semanas viviendo con el licántropo y hasta ahora nadie los molestó, pero justo hoy el señor alfa quería llevársela a unos estudios previos. Sarah sabía por qué, pero no quería enfrentar la realidad.

Era omega y su celo estaba a la vuelta de la esquina, por eso el licántropo se negaba a soltarla, no iba a permitir que se la llevaran.

—Elvian, cuando Sarah se encuentre mejor te la traemos de vuelta, pero no puede quedarse más tiempo aquí.

—Si se la van a llevar, ¿para qué la trajeron? ¿Por qué me pusieron aquí?

—Querían comprobar tu adaptabilidad con otras especies, eso fue todo.

—¡No! No te la vas a llevar, ¿qué me asegura que ustedes no harán lo mismo? Prefiero ser yo quien se aproveche de ella.

—¿De qué demonios hablas?

—¿Crees que no sé que le quitaron lo que sea que toman ustedes? Eso que se llaman suprecoses.

Supresores. Sarah corrigió mentalmente al licántropo.

—No vamos a hacerle daño.

—Estás mintiendo.

—Que no.

—Sí. Tus latidos se aceleraron, estás sudando frío y los pelos de tu cuerpo están erizados. La voz te tiembla y debes respirar más profundo para que terminar ahogándote con tus propias palabras. No intentes engañarme, sé que desconozco todo lo que hay más allá de un cuarto blanco, pero mis sentidos son innatos. No te la vas a llevar, este lugar está lleno de alfas que no han probado la carne de un omega en años... así que nadie se la llevará porque soy el único que puede tomarla y reclamarla.

Esto era absurdo. Sarah quiso golpearlo, pero había algo distinto en Elvian, era como si estuviera furioso ante la idea de saber que algo podría pasarle si no estaba cerca y por eso se quedó a su lado, decía cosas como aprovecharse de ella, abusarla sin que lo supiera y marcarla en contra de su voluntad y era asqueroso oírlas, pero algo dentro de ella le dijo que estaría más segura aquí y que confiar en el licántropo era lo mejor que podía hacer.

—No me hagas sedarte.

—Inténtalo.

—Quiero quedarme aquí —Sarah decidió intentar salvar su pellejo—. No voy a alejarme de Elvian.

—Sarah, un humano y un licántropo jamás van a ser compatibles, quizá logren llevarse bien, pero no deben permanecer juntos mucho tiempo. Te vamos a dejar en otro cuarto sola y nadie te va a hacer daño, te lo dije, ¿no?

—No me importa.

El señor alfa dejó que otros hombres entraran para llevársela. Se armó de valor y sin dejar que alguien saliera en su defensa lanzó un puñetazo al hombre que la tomó de un brazo, después se giró y pateó al otro. Sus huesos se sintieron más fortalecidos después de golpearlos y adoptó una posición de batalla.

CÓDIGO OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora